…Y vino la luna llena, y hubo un eclipse y se nos fue nuestro querido Diego, Diego de las Casas, ¨Dieguix¨ en nuestro contexto, compañero, amigo y abogado de la Plantaforma de la que fue también miembro fundador. Así, por sorpresa, semanas después de un accidente de carretera, discreto, sin hacer ruido, con calma…
Hay personas que llegan a este mundo para ayudar y otras para ser ayudadas. Diego pertenecía sin duda a las primeras. Su tiempo valía mucho más que el oro cuando lo compartía con los más necesitados. Sobre todo de Justicia. A menudo, cuando ejercía la compasión trabajando voluntariamente en su turno de abogado de oficio, Diego era el primer y último recurso de aquellos inmigrantes retenidos en Barajas por absurdas leyes que nadie comprendía y que sólo él podía interpretar en favor de la víctima.
Porque Diego era un hombre derecho y de Derecho.
No le gustaban las causas perdidas porque creía en los milagros. Y el que cree en los milagros no da nada por perdido. Le gustaba tomar Planta como al que más. También psicodélicos, cómo no. Conocía profundamente las diferencias entre todas las sustancias, enteógenas o alucinógenas, y de esa experiencia salían buenos consejos para repartir entre los neófitos.
Su primera “abducción”
«Diego se pegaba unos viajazos increíbles, visitas a universos lejanos, contactos con alienígenas, operaciones sobre su cuerpo astral, etc… Era impresionante escucharle contar sus aventuras en los mundos visionarios, vivía experiencias extraordinarias en ésta y en las demás dimensiones», recuerda Manuel Villaescusa, la persona que le sirvió su primer vaso de ayahuasca.
Sus guías se le aparecían en alguna de sus visiones. Al principio dudaba que fueran eso «porque la mente es muy mala», decía, hasta que por su propio entendimiento aprendió a distinguirlos de una simple alucinación y seguía las «pistas» que le iban dejando en cada toma.
Porque Diego era un hombre conectado y conector.
Fue uno de los pioneros en la defensa de la ayahuasca en España gracias a su experiencia obtenida en juicios relacionados con el mundo cannábico. Consiguió el archivo de muchas causas incoadas en tribunales menores por aprehensión de cantidades de ayahuasca en aeropuertos u oficina de correos. Y, lo más importante: educó a muchos jóvenes abogados a los que les tocó defender a algún usuario sin tener ni idea de qué se trataba. Todavía recordamos aquella reunión en Madrid, con una docena de acusados de delitos contra la salud pública por importar ayahuasca, acompañados de sus respectivos letrados, en la que impartió una clase magistral sobre las razones que les asistían y lo importante que les era entender que no podían estar acusados de tráfico de drogas porque la ayahuasca no es una droga. Y, sobre todo, les enseñó a no tener miedo.

Porque Diego era un hombre de valor y valiente.
Suyo fue también el recurso por el que se consiguió, por primera vez en España, una devolución de planta tras el archivo de una caso de importación. Se trataba de Santo Daime, -institución a la que defendió durante muchos años -y el perspicaz y bien elaborado recurso que presentó en el juzgado de turno todavía sirve hoy como modelo a seguir por otros letrados que están consiguiendo más devoluciones.
Un hombre de una pieza
Hablaba deprisa, pensaba más deprisa aún, tenía sus tiempos, parecía que desaparecía de la realidad pero, en realidad, siempre estaba aparecido en este o en el otro lado. Amaba a su familia –Carol, su mujer, y sus dos niñas, Martina y Violeta-, honraba a sus padres y le gustaba divertirse, la buena música y el buen comer. Y, lo mejor, es que todas sus caras estaban integradas y superpuestas, de modo que siempre era auténtico, genuino, de una pieza.
«Veía a Diego como una suerte de Dennis Hopper patrio, un ‘outsider’ que había comprendido muy bien el sistema en el que vivía y había sabido adaptarse a él sin dejarse ser domado: el motero tranquilo en ‘Easy Rider’. Como a Dennis, a Diego le gustaba vivir al límite», asegura su amigo y compañero de ceremonias Iñaki Berazaluce.
Trabajaba mucho y, a veces, le traicionaba el sueño. Pero siempre podías contar con él. Su mandamiento era no perder tiempo en líos e intrigas y, por eso, sufría cuando tenía que enfrentarse a ella en el ámbito judicial. Era un abogado de los considerados «paloma», aquellos que prefieren conciliarse con un juzgado mediante buenos argumentos, mejor talante, altas negociaciones y menos ego antes que entrar en conflicto dando gritos y golpes en la mesa. Sabía que por ahí, como hacían sus compañeros «halcones», tenía mucho que perder y poco que ganar.
«Poseía mucho don de gentes y sabía tratar muy bien con la policía, transmitiendo amabilidad y serenidad cuando tocaba y parándoles los pies cuando se extralimitaban», afirma uno de los compañeros a quien Diego defendió en un caso relacionado con la planta sagrada.
Porque Diego era un hombre de Paz, no de Guerra.
El impulsor de Plantaforma
«Conocí a Diego hace alrededor de dos décadas, en un encuentro que marcaría el inicio de una amistad entrañable. Aquella vez, lo que nos convocaba era una ceremonia que él mismo nos propuso realizar en Cubas de la Sagra. Desde ese primer momento, sentí que Diego era un hombre que navegaba una tormenta, con la serenidad y la profundidad de quien conoce bien los vientos de la vida», recuerda Claudio Kutzwor.
«Desde entonces, compartimos mucho. Años después, fue él quien nos aconsejó formar una asociación que hoy ya cuenta con 18 años de historia. Siempre lo sentí como un ángel de la guarda: alguien cuya presencia reconfortaba, cuya palabra era guía, y cuya disposición a estar ahí —si lo necesitábamos— nunca estuvo en duda. Y no creo equivocarme al pensar que muchos sienten lo mismo.
Diego fue un buen amigo, un buen padre, un buen hombre y, sobre todo, un gran navegante —no solo de mares, sino de la existencia misma. Su vida tocó muchas otras con generosidad, lucidez y bondad.
Hoy, mientras su ausencia se siente con fuerza, deseo de corazón que podamos encontrar consuelo en medio del dolor. Que sepamos honrar su memoria, y que, de algún modo, el eco de su amistad nos siga acompañando. ¡Buen viaje, querido Diego! Tu luz sigue con nosotros, aunque ya no estés en este plano».
«Diego ha sido para mí desde el principio un gran compañero y maestro en todos los sentidos», recuerda Ignacio Cano, gran amigo de Diego- «En el ámbito personal me ha enseñado a empatizar desde la bondad con todo tipo de perfiles, a encontrar una opción sencilla y coherente frente a cualquier conflicto, a disfrutar de cada instante desde la sonrisa y la desdramatización, y a elegir calma y paciencia frente a la ansiedad y la preocupación innecesaria».
«En el ámbito laboral tuve la suerte de ver sus dones en acción en múltiples ocasiones, desnudando la verdad y mostrándola para el bien de todas las partes implicadas, enseñaba sencillez y rigor con una entrega que rompía estructuras y programas absurdos. Diego nos ha enseñado que es posible el bien y la bondad, y demostrado que la paz genera beneficio y bienestar a corto, medio y largo plazo. Ha abierto caminos que parecían imposibles abrir y creado las bases para la continuidad de la defensa de la libertad y legalidad para la comunidad mundial. Todo ello con amor y humildad, sin más pretensiones que hacer el bien. ¡Qué maravilloso ejemplo!», concluye Cano, el presidente de Plantaforma.
El mundo de la Ayahuasca le debe mucho a Diego de las Casas Cañedo. Este mundo, el mundo de sus usuarios con conciencia y consciencia, es hoy más ético, más libre y más justo gracias a personas como él. Viaja en paz, amigo y compañero. Siempre serás uno de los nuestros.