Una ceremonia convertida en “obra de arte”

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El pasado mes de febrero se celebró una ceremonia privada con planta en el Museo Guggenheim de Bilbao auspiciada por el artista brasileño Ernesto Neto y conducida por Fabiano y Txana, chamanes de la tribu de los Huni Kui, tribu de la Amazonia brasileña.

Por Juan Carlos de la CAL, miembro del grupo de coordinadores de la Plantaforma

El mes pasado fui invitado a asistir a una ceremonia privada celebrada con planta en una de las salas del Museo Guggenheim de Bilbao. Más allá de la ceremonia en sí, la importancia de este encuentro radicaba en que, por primera vez, la Ayahuasca iba a encontrar su sitio en uno de los grandes templos artísticos del mundo. Una oportunidad única y muy simbólica por todo lo que significa en unos tiempos de amenaza para los rituales espirituales de este tipo. Sobre todo, si los chamanes son indios llegados de las profundidades de la selva amazónica, a más de 14.000 kilómetros de distancia, con la misión de ayudarnos a trascender a una nueva dimensión más natural, más vivida, más respetuosa.

El “motivador” del evento fue el artista plástico brasileño Ernesto Neto, que inauguraba una exposición –que permanece hasta el 18 de mayo- titulada “El cuerpo me lleva”. Y no sé si el cuerpo nos llevó a algún sitio, pero lo cierto es que la experiencia fue muy buena, bien conducida y reveladora de que, una vez más, el espíritu que invoca la madre Ayahuasca puede tener cabida en cualquier escenario, incluso en el corazón artístico de “Matrix”.

La ceremonia fue oficiada por una familia de los indios “Huni Kui” (“gente verdadera”) –Txana y Fabiano- una ramificación de la tribu de la tribu de los Kaxinawá que con más de 5.000 miembros, es la etnia más numerosa del estado brasileño del Acre donde ocupan un territorio de 700.000 hectáreas. Los “Huni Kui” llaman a la ayahuasca “nixi pae” y trabajan con ella desde tiempos inmemoriales. También usan el rapé y cuentan ya con una legión de seguidores blancos, tanto dentro como fuera de Brasil, gracias a la impecabilidad de su trabajo en el que aúnan tanto la cura espiritual como la física.

Neto hizo amistad con estos indios el año pasado durante un viaje que realizó a la Amazonia y que, de alguna manera, le cambió la vida al servirle de inspiración para su faceta creadora. “Estos indígenas poseen una inteligencia y conocimiento de la naturaleza increíbles. La sociedad occidental puede aprender mucho de sus curas medicinales, pero las farmacéuticas tratan de piratearlas. Por eso les invité a mi exposición. Es muy importante que templos del arte moderno como este museo sepan que la existencia de estos pueblos, guardianes de la floresta, es fundamental para nuestra propia supervivencia”, asegura el artista brasileño.

La forma de trabajar de estos indios es muy suave y ceremoniosa. Sus cánticos son mantras de melodía sencilla y cadenciosa, que te van envolviendo con dulzura a medida que la energía de la planta va tomando cuenta de tu cuerpo, tu mente y, finalmente, de todo tu espíritu. Al cerrar los ojos uno se siente trasladado a cualquier maloca del alto Amazonas, al río Jordao donde ellos tienen su aldea, a esa frontera invisible entre lo divino y lo humano donde sólo se puede llegar tras una profunda interiorización más allá de lo visible…

Aunque Neto confesó que durante los días previos a la ceremonia sufrió ciertas presiones para que ésta no se llevara a cabo –las autoridades del Museo no tenían claro de que se trataba pues la ayahuasca les sonaba a “droga-, finalmente la voluntad del artista se impuso y se pudo llevar a cabo. Participamos más de 20 personas, la mayoría brasileños y europeos amigos de Neto, incluidas miembros del staff del Museo. Para muchos fue la primera experiencia con Ayahuasca y, seguramente, no será la última. Todos reconocieron haber salido de la ceremonia mucho mejor de lo que entraron.

En la obra de Neto subyace, de forma permanente, el concepto de “naturaleza como maestra del arte” que como define el propio autor: “Es de la naturaleza de la que aprendemos, no cabe ninguna duda al respecto. En ella se encuentra y se resume todo. Estoy seguro de que algún día viviremos en plena armonía con el mundo natural”. De hecho, el propio Neto reivindica los museos como “un espacio para la espiritualidad y el contacto humano” donde hasta la propia Ayahuasca puede realizar sus curas convirtiendo una ceremonia, discreta y privada, en una auténtica “obra de arte”.