La influyente historiografía anglosajona sitúa el primer contacto entre el hombre blanco y la ayahuasca en algún punto entre el siglo XIX y mediados del XX, es decir, durante la trayectoria de dos grandes científicos: el naturalista inglés Richard Spruce (1817-1890) y su tocayo, el norteamericano Richard Evans Schultes (1915-2001), al que algunos consideran el primer blancon en tomar la bebida sagrada de los incas y los pueblos amazónicos, concretamente de la mano del taita Salvador Chindoy.
No obstante, resulta cuando menos dudoso que los miles de conquistadores, misioneros y colonos españoles y portugueses que convivieron, sometieron e intentaron cristianizar a los ‘indios’ no llegaran a conocer la ayahuasca y otros remedios indígenas siglos antes que los citados científicos.
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