El dominico Gaspar de Carvajal, capellán de la famosa expedición de Francisco de Orellana, fue el autor de la primera crónica europea sobre el río que hoy conocemos como Amazonas.
La trama es conocida. En 1541 Francisco Pizarro, gobernador del Perú, envía a su hermano Gonzalo en busca del ansiado País de la Canela.
Sin tener ni idea de hacia dónde ir, Gonzalo da tumbos durante semanas por las estribaciones orientales y selváticas de Los Andes. La densidad de las tierras bajas, la humedad asfixiante, y el acoso perpetuo de los mosquitos, no tardan en minar la expedición. “La mayoría de los caballos mueren pronto, al igual que muchos de los porteadores indios, debido a las extenuantes condiciones de trabajo en una tierra a tres mil metros por debajo de su fresco y montañoso hogar”. (Mann, 2006)
Los avatares del camino llevan a Pizarro y a sus cada vez menos hombres a navegar por las aguas del Río Napo, tributario de la cuenca alta del Amazonas, mientras se internan en la profundidad de la selva hasta perderse por sus laberintos. Es entonces cuando se decide que Orellana, segundo de la expedición, continúe río abajo con un grupo a su mando en busca de víveres, mientras el resto se queda con Pizarro a la espera de un regreso que jamás tendrá lugar, puesto que Orellana y su avanzadilla, de la que forma el cronista Carvajal, tienen por delante más de siete mil kilómetros y ocho meses de odisea fluvial, hasta la desembocadura del gran río en el lejano Océano Atlántico.

Una floresta muy poblada
El capellán recurre al imaginario de la época para ensalzar algunos de los aspectos de su crónica. Así, da cuenta de la existencia de una casta de mujeres guerreras a las que denomina amazonas, lo cual a la postre dará nombre a la mayor cuenca fluvial de la Tierra.
La Amazonía de Carvajal dista de ser una selva prístina y apenas habitada. Por el contrario la dibuja repleta de pueblos que se extienden durante kilómetros, “sin que los separe apenas una legua”, algunos de los cuales están fortificados con “murallas de maderas gruesas”. “De una parte y de otra – añade – sembrados de árboles de toda clase de frutas con muchos caminos que entraban en la tierra, con lomas y de hierba baja, donde se recogerá mucho trigo.”
Entre las continuas escaramuzas y enfrentamientos con los habitantes de la selva, la crónica de Carvajal relata también encuentros amistosos, en los que la expedición recibe comida e indicaciones para continuar su periplo, algo sin lo que les hubiera resultado imposible sobrevivir a tan arduo viaje.
Una crónica ninguneada
Lo cierto es que la crónica del dominico será tildada de fantasiosa y poco veraz por parte de sus contemporáneos. Y así se continuará percibiendo trescientos años más tarde cuando, a mediados del siglo XIX, el manuscrito de Carvajal sea llevado al fin a la imprenta. Dicha fama hará que, durante la mayor parte del siglo XX, sus aseveraciones no sean tenidas en cuenta por la mayoría de especialistas en el pasado amazónico. Algo que a principios del siglo XXI empezará a cambiar.

La selva como una gran chagra
El Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia de Brasil, INPA, ha realizado durante las últimas décadas importantes contribuciones al conocimiento de la Amazonía precolombina, a partir del concepto de domesticación del paisaje amazónico.
En 2018 la ecóloga Carolina Levi publicaba su tesis doctoral Domestication of Amazonian Forests. En ella cita las descripciones de Gaspar de Carvajal sobre la cantidad de alimentos almacenados por las poblaciones con las que se topa, “tantos que podrían sustentar a una multitud de mil hombres durante un año”, señalando así una de las conclusiones principales de su investigación, a saber, la capacidad de las poblaciones amazónicas para obtener recursos de su entorno. Entre otros ejemplos Levi señala que en la cuenca superior del río Xingú se han hallado restos materiales de “culturas complejas, sistemas de gobierno territoriales, urbanismo y transformaciones del paisaje a gran escala, cubriendo un área de más de 50.000 km2.”
Un pasado de abundancia
Y es que, según Levi, para entender el pasado amazónico “hay que partir de la abundancia, no de la escasez”.
En esta misma línea un equipo de arqueólogos de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, ha participado en un proyecto de investigación internacional cuyos resultados han sido publicados en la revista Journal of Computer Applications in Archaeology (2020). Dicha investigación, realizada gracias al reciente desarrollo de técnicas de escaneo láser remoto, señala la existencia de redes interconectadas de asentamientos precolombinos en amplias zonas de la Amazonía. Tal y como sugería, ya a mediados del siglo XX, el etnólogo Curt Nimuendajú a quien hacíamos referencia en nuestro anterior artículo sobre la terra preta do indio.

Restos del poblamiento de Doña María y su localidad gemela. Fuente: ‘Geometry by design’ / Journal of CAA.
Caucho, nueces y asaí
Carolina Levi analiza en su tesis la distribución actual de plantas y árboles frutales, tales como la palmera de asaí (Euterpe oleracea), la nuez de Brasil (Bertholletia excelsa) o el árbol del caucho (Hevea brasiliensis), tan importantes en la economía de la región. Y concluye que su presencia es el resultado directo de las prácticas de las poblaciones precolombinas.
Para la investigadora brasileña esto es un ejemplo de cómo la Amazonía fue convertida en una especie de inmensa chagra, gracias a lo cual los pueblos que la hanitanan no solo pudieron desarrollar sus sociedades y culturas, sino que además lograron enriquecer la biodiversidad de sus ecosistemas. Y es que según afirma: “la asombrosa biodiversidad presente en la mayor selva tropical del planeta alberga una antigua historia de interacciones humanas, que gestionó activamente los recursos forestales desde hace, al menos, trece mil años.” (Levi, 2018).
El ensayista Charles C. Mann (2006) lo resume de manera más sucinta: “Practicaron la agricultura durante siglos, utilizaron grandes parcelas de la Amazonía, pero en vez de destruir el terreno, lo mejoraron.”
Es decir, convirtieron la Amazonía en una verdadera selva cultural. Algo que, sin duda, lejos de representar una mera anécdota del pasado, debería servirnos de ejemplo para afrontar los complejos desafíos medioambientales de nuestra complejas y contradictorias sociedades contemporáneas.
Bibliografía:
Betancourt, Carla Jaimes. Rostain, Stéphen (eds.) (2017) Las Siete Maravillas de la Amazonía precolombina. Plural editores.
Levis, Carolina (2018). Domestication of Amazonian Forests (Tesis doctoral. Wageningen University).
https://ppbio.inpa.gov.br/sites/default/files/Carolina_Levis_Tese_2018.pdf
Mann, Charles (2006). 1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón. Editorial Taurus. México.
Mora, Santiago (2001). Suelos negros y sociedad:un sistema agrícola de entonces, ¿un sistema agrícola de ahora? En Mario Hiraoka, Santiago Mora (Eds), Desarrollo sostenible en la Amazonía ¿Mito o realidad? (pp. 31-46). Ed. Abya Yala.
https://santiago-mora.github.io/PDFs/60-0119.pdf
Iriarte, J., Robinson, M., de Souza, J., Damasceno, A., da Silva, F., Nakahara, F., Ranzi, A. and Aragao, L. (2020). Geometry by Design: Contribution of Lidar to the Understanding of Settlement Patterns of the Mound Villages in SW Amazonia. Journal of Computer Applications in Archaeology. pp.151–169.
https://journal.caa-international.org/articles/10.5334/jcaa.45
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