Chico y Eliane: Amazonía, el centro del mundo

Los caminos cruzados de Chico Mendes y Eliane Brum muestra cómo la Amazonía es el centro del mundo y símbolo de la lucha por la vida y el futuro

Dijo que iba a ducharse, tomó la toalla que le había regalado por su cumpleaños y se dirigió hacia la puerta. Vio que estaba oscuro, cogió una linterna. Y al abrir le dispararon. 

Así relataba su viuda, Ilzamar, lo sucedido la noche del 22 de diciembre de 1988, en la que Chico Mendes fue asesinado a manos de Darcy Alves por orden del padre de éste. Ambos, acérrimos enemigos del movimiento seringueiro, eran sicarios sin escrúpulos y conocidos usurpadores de tierras reconvertidos en fazendeiros, al amparo de la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985.

Chico Mendes fue siempre consciente del peligro extremo que corría, pero a pesar del miedo nunca abandonó Acre.

«Sólo quiero que mi muerte contribuya a terminar con la impunidad de los matones – dijo – que ya han asesinado a más personas como yo, dispuestas a salvar la selva amazónica y a demostrar que el progreso sin destrucción es posible». 

Y lo logró. Dos años después, Darly y Darcy Alves fueron juzgados y condenados a diecinueve años de cárcel de los que, entre fugas y posteriores arrestos, tan solo cumplirían seis. Pero por primera vez se había roto la impunidad, un hito sin precedentes en un país en el que, entre 2012 y 2021, fueron asesinados al menos 342 activistas ambientales a manos del crimen organizado. 

Mártir a su pesar

En vida, Chico Mendes era consciente de que se había convertido en un símbolo; su carisma aunaba voluntades, creaba puentes, tejía comunidad. Y eso era algo imprescindible. La lucha colectiva por la Amazonía necesitaba de líderes como él, pero no pretendía ser un mártir,  se quería vivo. 

En 1986 se postuló para diputado federal por el PT, el Partido de los Trabajadores, haciendo tándem con su compañera activista Marina Silva, que años después sería ministra de medio ambiente en el primer gobierno de Lula da Silva, pero no lograron ser elegidos. En 1987 le fue concedido el Premio Global 500 de la ONU, gracias a la red de apoyo internacional que había tejido en torno a su figura, una estrategia inspirada en los pueblos indígenas, conscientes éstos de que la internacionalización de sus reivindicaciones resulta imprescindible para romper los muros de las sociedades que los oprimen.

Su lucha fue siempre desde abajo, desde las comunidades cristianas de base al movimiento sindical seringueiro y sus familias, pero también estrechando lazos con los pueblos indígenas, caboclos y ribeirinhos, con quienes compartía un mismo territorio y unas mismas amenazas. 

«Juntos podemos defender la naturaleza – afirmó – que es el lugar en el que nuestras gentes aprendieron a vivir, a criar a sus hijos y a desarrollar sus capacidades, en un pensamiento en armonía con el medio ambiente y con los seres que viven aquí». 

Reservas extractivistas en la Amazonía

Nacía así el movimiento Aliança dos Povos da Floresta, el cual jugaría un papel clave para que en 1990 fuera aprobada la Reserva Extractivista Chico Mendes, que desde entonces protege 10.000 km2 de selva, así como los usos tradicionales de las comunidades que la habitan. 

Hoy existen setenta y nueve reservas extractivistas, la mayor parte de la cuales en la Amazonía, que en conjunto ocupan cerca de tres millones y medio de hectáreas, una superficie más extensa que la de Portugal. 

Las ideas que Chico Mendes defendió fueron semillas de conciencia y futuro. Así, en 2019 echaba a andar el movimiento Amazonia Centro del Mundo, que reunió en la ciudad de Altamira a una cincuentena de activistas de diversos orígenes y procedencias. 

Según una de sus impulsoras, la periodista Eliane Brum, no se trata solo un movimiento, sino de un concepto dinámico que pretende revertir el orden de los discursos que ejercen un control colonial sobre el mundo, y que determinan qué es centro y qué es periferia. 

La “amazonización” de Eliane Brum

La propia Eliane explica en el libro ‘Amazonía. Viaje al Centro del Mundo’ su traslado vital desde un acomodado apartamento de Sao Paulo a Altamira, «la ciudad del Amazonas que más mata y que más deforesta». Y es que tras años de realizar reportajes sobre la vida en la Amazonía comprendió que, si pretendía ser altavoz de las gentes de la selva, debía despojarse del privilegio de la distancia y convertirse en una de ellas. Debía “amazonizarse”, ser parte de los pueblos-selva.

Durante los años anteriores a su traslado, Eliane había centrado su trabajo en el gigantesco trauma que supuso para la cuenca del río Xingú – una de las zonas más biodiversas del planeta – la construcción de la presa de Belo Monte.

Disminución drástica del caudal de agua, desaparición de fauna y de pesca, deforestación, aumento exponencial de los casos de malaria, además del hacinamiento en los arrabales de la ciudad de miles de personas despojadas, de la noche a la mañana, de sus medios de vida, y atrapadas en suburbios donde la violencia y la droga se convierten en lacras endémicas.

¿Por qué elegir ese caos para vivir?

Los caminos paralelos de Eliane y Chico

Para Eilane Altamira representa el “nuevo viejo mundo de las comunidades que resisten” en primera línea la explotación. Los pueblos-selva, las personas-selva, humanas y no humanas. 

El suyo, lo hemos dicho, es un camino para “amazonizarse”. Tal vez el mismo camino que en su día recorrió Chico Mendes, pero en sentido contrario. 

Él, que era selva desde que nació, llegó a afirmar, «Al principio pensé que luchaba por salvar los árboles de caucho, luego pensé que luchaba por salvar la selva, ahora me doy cuenta de que lucho por la humanidad.»

Dos caminos que son el mismo, de lo abstracto a lo concreto, y viceversa.

En ambos la floresta no es solo un territorio, «es una relación – afirma Eliane en una entrevista – de todo con todo, de intercambio, de devoción, de colaboración, de trueque. Todo el tiempo y en todas partes.» 

Eliane Brum, periodista y activista de la floresta amazónica.

Un paisaje modulado por humanos

Al poco de llegar a Altamira Eliane acompañó al antropólogo William Balée en una de sus expediciones, para investigar hasta qué punto el rico paisaje de la Amazonía es, en parte,  fruto de las prácticas de las antiguas poblaciones precolombinas, y cómo el resultado la convierte en una floresta cultural, permitiendo a las comunidades de hoy vivir en su abundancia, tal y como abordamos en la segunda entrega de esta serie.

Se establece así una relación a través del tiempo, una herencia cuyo valor sólo es posible comprender si se rompe con la dicotomía que separa lo humano de la naturaleza, para repensar el mundo desde el punto de vista en el que ambas dimensiones son una misma.

Chico Mendes lo encarnaba. Eliane Brum lo ha ido aprendiendo en su proceso de amazonización. Sus caminos se dirigen hacia un mismo centro del mundo: la Amazonía.


Bibliografía:

-Abbud, Bruno (27 de mayo de 2024). La nueva vida del hombre que confesó haber matado a Chico Mendes. Sumauma.

Brasil es el país donde más defensores ambientales han asesinado en una década. (13 de octubre de 2022). France24

-Brum, Eliane (2024). Amazonia. Viaje al centro del mundo. Editorial Salamandra. 
-Moro, Javier (1992). Senderos de libertad. La lucha por la defensa de la selva. Seix Barral ed. Barcelona

No te pierdas la serie Memorias de la floresta, de Germà García:

-Primer capítulo: Terra preta do indio: el oro negro de la Amazonía 

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