Cuando a la ayahuasca se le llamó “telepatina”

Uno de los efectos más desconcertantes de la ayahuasca es que, en ocasiones, parece permitirnos “leer” la mente de otras personas o “transmitir” ideas sin necesidad de hablar. La descripción de este fenómeno no es anecdótica sino muy frecuente en la literatura científica, hasta el punto de que el principio activo de la ayahuasca (Banisteriopsis caapi) fue bautizado como “telepatina”, allá por 1915.

El término fue acuñado por el insigne botánico colombiano Rafael Zerda Bayón, y aparece por primera vez en su escrito ‘Informes sobre mi excursión científica en las regiones colombianas de Caquetá, Bogotá, Colombia’*. Sin embargo, persiste el error de atribuir el descubrimiento al etnobotánico norteamericano Richard Evans Schultes, que empezó a utilizar el término “telepathine” durante los años 40 del siglo pasado. Dado que Schultes estudió el yagé en Colombia, es muy probable que conociera los estudios y escritos de Zerda Bayón tres décadas antes.

Pero no fue Bayón ni Schultes quien popularizó las capacidades telepáticas de la ayahuasca sino el novelista y drogófilo William Burroughs, quien en sus ‘Cartas de la ayahuasca’ (‘The Yage Letters’), dirigidas a su amigo, el poeta Allen Ginsberg, escribía lo siguiente:

«Un científico colombiano aisló una sustancia del yagé a la que llamó telepatina. Sé por mi propia experiencia que la telepatía es un hecho. No tengo el menor interés en demostrar la telepatía a nada ni a nadie. Quiero tener el conocimiento útil de la telepatina».

El libro fue publicado en 1963 (si bien fue escrito diez años antes, en 1953) y despertó un gran interés por la ayahuasca en Norteamérica, dando el banderazo de salida al turismo ayahuasquero tan habitual en la región amazónica en la actualidad.

La telepatina, una experiencia personal

Al igual que Burroughs, muchos de los que hemos sido tocados por el ángel de la ayahuasca podemos afirmar que la telepatía es un hecho. Yo tuve la certeza hace exactamente un año, durante el solsticio de verano de 2019. Fue en Madrid, en una ceremonia de mi querido Nak, a la sazón presidente de la Plantaforma. Rita y yo acudimos juntos, una vez más, y pasamos buena parte del viaje abrazados, nuestras cabezas en contacto, y pudimos mantener “conversaciones” telepáticas sin emitir palabra y sin siquiera mirarnos. Sentí como su cerebro era el mío y podía acceder directamente a sus pensamientos.

-No te preocupes, estoy bien.

-Pero precisamente me haces preocupar por decirme eso.

Al día siguiente confirmamos de viva voz esas y otras “palabras”. Rita lo pasó mal aquella noche y trató de tranquilizarme, pero yo sabía –lo veía– que estaba pasando por un mal trago.

Harmina = telepatina

Por desdicha, el evocador nombre de “telepatina” se ha dejado de utilizar (las últimas referencias están en los escritos de Claudio Naranjo en uno de sus últimos libros ‘Ayahuasca’, que también está escrito medio siglo atrás, durante los años 50 y 60). El motivo es que la telepatina es exactamente la misma molécula que la ‘Harmina’, una beta-carbolina descrita unos años antes y que toma su nombre del harmel, nombre común de la ruda siria (Peganum harmala), una planta muy utilizada en la farmacopea tradicional de los países árabes y que algunos llaman la “ayahuasca europea”.

Ilustración: Kahpi.

*«El primero que entre nosotros acometió su estudio fue el doctor Rafael Zerda Bayón, de grata memoria, verdadero hombre de ciencia, quien pasó la mayor parte de su vida observando la naturaleza con la idea y la convicción de arrancarle algún día algunos de sus escondidos secretos.

El hizo una célebre expedición científica al Caquetá y el Putumayo con el propósito, entre otros muchos, de estudiar más de cerca y detalladamente el principio activo de esta planta, la que fue objeto de una labor profunda y concienzuda, mediante la cual logró suponer, después de múltiples experimentos sin lograr llegar a su aislamiento, que este vegetal debía contener como principio activo un alcaloide, al cual bautizó con el nombre de telepatina por los efectos muy particulares y curiosos que produce la ingestión de sus preparaciones.

Debe, por honor a la memoria del ilustre sabio, conservar el alcaloide que hemos aislado, y que él supuso que existía, el nombre de telepatina». ‘Estudio sobre el principio activo del yagé’, Guillermo Fishcher Cárdenas.

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Fuentes:

‘Allen Ginsberg y William S. Burroughs. Las cartas de la ayahuasca’, Anagrama, 2006.

‘Estudio sobre el principio activo del yagé’, Guillermo Fishcher Cárdenas.

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