El llamado ‘renacimiento psicodélico’ empezó en algún momento de finales del siglo XX, tras casi medio siglo de ostracismo de sustancias como el LSD, los hongos mágicos o la mescalina, injustamente estigmatizadas durante la fallida ‘guerra contra las drogas’ cuyos (pen)últimos coletazos aún sufrimos.
Las drogas psicodélicas están de plena actualidad gracias a su restauración en la práctica clínica, y la conjunción de varios factores: «La necesidad por parte de la salud pública de nuevas herramientas para luchar contra las crecientes pandemias en la salud mental y, sobre todo, el anclaje de la farmacología tradicional, que llevaba tiempo en crisis porque no conseguía desarrollar nuevas moléculas para tratar la pandemia de enfermedades de salud mental», tal y como explicó el psicofarmacólogo Antón Gómez-Escolar, uno de los autores de Guías del Psiconauta, novísima editorial especializada en psicodélicos que se presentaba en sociedad en Madrid, en plena Feria del Libro, con la charla ‘El renacimiento psicodélico’, celebrada el pasado 3 de junio en el Ateneo de Madrid y en la que participaron el propio Gómez-Escolar, José Carlos Bouso, director científico de ICEERS, Irene de Caso, bióloga y neurocientífica, y Francisco Azorín, abodado especializado en cannabis y psicodélicos.
Antón Gómez-Escolar
Psicofarmacólogo y director de la serie Guías del Psiconauta
Autor de ‘Guía esencial del renacimiento psicodélico’
«(…) Estamos hablando del ‘renacimiento psicodélico’ porque es la cultura occidental la está redescubriendo desde finales del siglo XX. Muchas culturas siguen utilizándo los psicodélicos desde hace milenios, mientras nuestra cultura perdió el uso de los psicodélicos hace mucho tiempo, y es ahora cuando los está redescubriendo. Ya hubo un redescubrimiento en 1943, con el hallazgo del LSD por Albert Hoffman, que espoleó una revolución psicodélica y aunque los resultados clínicos eran muy buenos, el abuso y el descontrol de estas sustancias llevó a que terminasen prohibidas; los movimientos contraculturales hicieron que estas sustancias se convirtieran en un enemigo para el status quo».
«A finales del siglo pasado, una serie de investigadores muy valientes en EEUU, en Europa y también en España propusieron retomar las investigaciones con las sustancias psicodélicas, y lo hicieron con un gran éxito, con mucho rigor científico y los resultados han empezado a empujar la idea que estas sustancias pudieran ayudar a combatir esta pandemia de salud mental que estamos viviendo desde hace años y se ha visto agravada por el Covid y las medidas tomadas para mitigar la pandemia. (…) Las terapias asistidas con psicodélicos están cambiando el paradigma de atención en salud mental. Ya no hablamos de utilizar los psicofármacos para estabilizar un paciente y luego retirarlos mientras la psicoterapia avanza, sino que permiten que la psicoterapia sea más efectiva, actúan como un catalizador, acelerando el proceso terapéutico. No hablamos de tratar el síntoma sino de ir a la causa del problema, esto permite que el efecto de la sustancia se prolongue en el tiempo. No hace falta tomarla a diario, pero sí en un entorno controlado, con un profesional, uno, dos o tres ocasiones y los efectos perduran durante meses o años, en algunos casos».
José Carlos Bouso
Investigador y director científico de ICEERS
Miembro del comité asesor de la editorial Guías del Psiconauta
Pionero a nivel mundial en la investigación con psicodélicos, José Carlos Bouso llevó a cabo en el año 2000 una investigación sobre el uso de MDMA en mujeres víctimas de abusos sexuales, un estudio que fue prematuramente abortado por culpa del escándalo político desatado tras la publicación de un artículo sensacionalista en ‘El País’, coincidiendo con varias muertes por el uso lúdico de éxtasis en España.
Bouso hizo un recuento de la problemática situación de la salud mental en España, país en el que «uno de cada diez adultos está diagnosticado con depresión o ansiedad, y un cuarto de jóvenes con problemas de salud mental diagnosticables». España ostenta también el dudoso récord de ser el país del mundo que más antidepresivos y ansiolíticos consume: 87 dosis por 1000 habitantes de antidepresivos y sedantes. Unos psicofármacos que, según Bouso, están lejos de resolver el problema: «Hay un fracaso en la psicofarmacología, no hay moléculas nuevas desde hace cincuenta años».
El director científico de ICEERS advirtió de los peligros de la medicalización de los psicodélicos: «Entender la salud mental como algo que le sucede al individuo es algo reduccionista, y concebir estas sustancias como la nueva panacea para los problemas de salud mental, también». Para Bouso, «uno de los grandes problemas de salud pública es cómo las comunidades se han ido desintegrando, han sufrido la ruptura de los lazos comutarios y ahí es donde brotan la depresión, la ansiedad y otros problema de salud mental».
Bouso abogó por afrontar la crisis de salud mental desde la «perspectiva de salud mental global», siguiendo los parámetros de la Organización Mundial de la Salud: «Conocemos muchos sistemas médicos legales que usan plantas psicoactivas, y el centro no está en las sustancias psicoactivas, es simplemente un elemento más de todo un complejo sistema comunitario, cuando ocurre algo no le ocurre al individuo sino que afecta al equlibrio del ecosistema social». «Sólo en el contexto comunitario, con o sin chamanes, puede el renacimiento psicodélico ser una opción en el plano de salud», concluyó.
Irene de Caso
Bióloga y neurocientífica
Autora de ‘Psicodélicos y salud mental’
«Los psicofármacos habituales producen cambios sutiles y lentos en la psique (…) La MDMA, sin embargo, modifica abruptamente el sistema emocional del individuo. Hace que empatice, dé euforia, se sienta a gusto y pierda el miedo. Produce una liberación masiva de la oxitocina y está asociada a contextos de intimidad, el sexo, la lactancia, esa liberación de oxitacina hace que tengamos sensación de estar en familia, reducimos nuestras barreras defensivas».
«La MDMA facilita la generación de vínculos sociales. Eso es muy útil en psicoterapia porque el mayor predictor de la eficacia de un tratamiento es la alianza terapéutica, la mayor calidad del vínculo que se genere entre terapeuta y paciente. El paciente se comunica con mayor autenticidad y eso de por sí es útil de manera generalizada. Una aplicación muy eficiente es el tratamiento de la ansiedad social, en tanto permite experimentar a los demás sin sentir una amenaza.
«La MDMA se conoce como un empatógeno porque en ese estado se tiene una gran empatía, y es que tu felicidad también depende de la felicidad de otras personas y eso es muy útil para tratar los conflictos interpersonales: terapias de pareja, de familia, sin las defensas del ego, respondiendo con curiosidad y sin agresividad.
«El uso principal es el trastorno de estrés postraumático. Durante la experiencia traumática la memoria no se almacena igual que en una memoria normal, en la memoria traumática se queda fragmentada, no se ordena y los estímulos aunque no sean amenzantes los asocian con amenazas y son capaces de desatar flash-backs, generan discapacidad, estado de alerta… la terapia que mejor funciona es una terapia hablada en la que la persona revive la memoria para procesarla de forma integrada en la memoria, pero trabajar sobre esas memorias es muy doloroso. Ahí es donde la MDMA nos ayuda al proceso de un modo seguro y así se integra en su propio cajón en la base de datos de la memoria
Por su parte, «los psicodélicos ‘clásicos’, como el LSD y psilocibina no sólo modifican el sistema emocional sino nuestros procesos perceptivos, no sólo respecto a los estímulos sino el significado que tienen esos estímulos. Es un desaprendizaje de los modelos aprendidos durante toda la vida, aumenta la incertidumbre, la confianza con la que sostenemos nuestras creencias. La creencia más importante es quiénes somos, cómo debemos actuar en general, esa identidad la utilizamos para procesar la información. Con los psicodélicos, esa identidad se disuelve y adquiere una mayor flexibilidad, y de hecho es una ilusión y se puede modificar, cambian los mapas de relevancia de la información, eso genera una sensación de unidad de la persona con el entorno, la persona pierde significancia con el todo, puede promover la humildad de las personas, eso es bastante terapéutico (…) El tremendo asombro que generan esas experiencias también nos hace experimentar un sentimiento de gratitud, el lenguaje puede fuerza y nos cambian del plano mental a un cambio experiencial, se sensación y procesamiento más que de las narrativas que tenemos en la mente».
Más información en Guía del Psiconauta. Gracias a Santiago López-Pavillard por ser los ojos y oídos de la Plantaforma en esta jornada en el Ateneo de Madrid.
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