Josep Villa Tronchoni es una de las figuras más veteranas en el trabajo con plantas maestras amazónicas en España. Ingeniero textil de formación, su vida dio un giro radical tras una profunda crisis personal a finales de los años 80. Desde entonces, ha dedicado más de tres décadas a un camino de sanación personal y acompañamiento terapéutico. Su historia de sanación y descubrimiento de la medicina amazónica está narrada en el libro ‘Deja que suceda’.
En esta entrevista, Josep desglosa su relación con la medicina amazónica, el papel del tabaco, la responsabilidad de quienes facilitan plantas maestras y el momento crítico que vive hoy la salud mental en Occidente.
«Yo fui a la Amazonía a sanarme»
A menudo se te presenta como “chamán” o incluso como el decano de los chamanes españoles. ¿Te sientes cómodo con esos términos?
No. Para nada. La palabra “chamán” no me gusta y la de decano tampoco. Aquí se utiliza el término chamán con una facilidad enorme, y no es así la cosa. Eso es una fantasía muy occidental.
Entonces, ¿cómo te defines tú?
Como terapeuta de las plantas maestras de la Amazonía. Y te explico por qué. Yo no fui a la Amazonía a aprender nada. Yo fui a curarme.
Yo estaba en un momento vital muy complicado. Llegué a pesar más de 140 kilos, no me aceptaba a mí mismo, estaba profundamente perdido. Fue la ayahuasca la que me llevó allí, sí, pero una vez en la selva empecé a conocer muchas otras plantas maestras. Plantas de dieta, plantas de retiro. Para mí, esas plantas fueron las que realmente me hablaron, las que me pusieron orden interno. Con el tiempo, entendí que lo hacía la ayahuasca era redondear todo ese proceso terapéutico.
Con los años tuve la suerte de conocer a grandes vegetalistas y darme cuenta de que estas plantas tienen un potencial enorme para ayudar a las personas.
Ernesto García Torres y el trabajo con las plantas
Tuve la fortuna de conocer a Ernesto García Torres, un gran vegetalista. Llevamos casi veinte años construyendo una historia muy bonita juntos.
Yo le decía: “Ernesto, los occidentales somos un lío de emociones, miedos, apegos”. Y recuerdo que me preguntó: “¿Y eso del apego qué es?”. Ellos no tenían esos conceptos tan claros, pero sí tenían algo mucho más profundo: la relación directa con las plantas.
Yo fui su conejillo de indias. Empezamos a experimentar, a combinar plantas, a crear preparados personalizados. Poco a poco fuimos afinando el trabajo.
Por eso mi labor no es solo con ayahuasca, ni mucho menos. Es con todo ese conjunto de plantas, y la ayahuasca como parte de un proceso más amplio.
«El tabaco es un gran maestro»
Tú diste a conocer a Ernesto García Torres en España, ¿qué nos puedes contar de tu relación con Ernesto, el maestro tabaquero?
A Ernesto se le conoce como tabaquero, pero reducirlo solo a eso es un error. Domina más de 400 plantas maestras.
Yo he visto cómo Ernesto personaliza tratamientos para personas con esclerosis múltiple, Parkinson, cáncer, depresiones profundas. Cada persona recibe lo que necesita en ese momento de su vida.
El tabaco es el gran maestro y la ayahuasca es la gran maestra. Son dos plantas sagradas increíbles. El tabaco es el gran amplificador: potencia y ordena el trabajo del resto de las plantas. Por eso todos los tratamientos de Ernesto llevan tabaco.

Europa, la pérdida de la tradición y las plantas locales
Teniendo como tiene Europa una amplia farmacopea vegetal, ¿qué es lo que nos lleva a ir al Amazonas a buscar la sanación?
En Europa hemos perdido muchas tradiciones de plantas, pero aquí también hay plantas increíbles. Tengo amigos en Irlanda que han hecho un trabajo muy profundo con plantas autóctonas, y funcionan muy bien. Allí no han perdido tanto sus raíces culturales como aquí. Nosotros hemos sido perseguidos durante siglos y aún lo somos en muchos aspectos.
¿Qué cualidades crees que debería tener la persona que facilita plantas maestras?
Quien hace un camino serio con esto, sin fantasías de poder ni ego espiritual, puede ser muy útil. Pero cuando alguien se mete en esto por importancia personal, ahí es donde empieza el peligro. Porque pueden hacer mucho daño.
Trabajar con plantas maestras es algo muy serio. Puedes hacer mucho bien o puedes destruir a una persona.
Para mí, el requisito mínimo es haber hecho un proceso profundo de orden interno. Si dentro eres un caos, fuera también lo serás, aunque lo disfraces con palabras espirituales.
Yo estuve muchos años poniendo orden en mi propia vida antes de trabajar con nadie. Sé lo que es estar completamente perdido. ¿Qué podía dar yo a nadie en ese estado?
Yo no fui a aprender. Fui a sanarme. Y cuando la vida consideró que estaba lo suficientemente afinado, el mensaje fue claro: “Ahora lo que se te ha dado, dáselo a los demás”.
Una iniciación que no fue buscada
¿Cómo fue tu camino para convertirte en terapeuta con plantas maestras?
Yo era ingeniero textil. Jamás pensé que me dedicaría a esto. Pero la vida es caprichosa. Mi camino empezó en los años 90, cuando la ayahuasca era prácticamente desconocida aquí. Venía de una psiquiatría que me dijo algo devastador: “Lo tuyo es para siempre”. Tenía poco más de treinta años y estaba empastillado hasta el gorro. Ahí empecé a buscar otras vías. Tuve tres experiencias con ayahuasca -con el Santo Daime, que era lo único que existía entonces- que fueron demoledoras. Y apareció Perú, de forma clarísima. Yo no sabía ni situarlo en el mapa, pero el mensaje fue: “Tú, a Perú”. Y fui.
Aprender a estar solo
Ahí empezó todo. Yo ahí conocí a ayahuasqueros, a vegetalistas, tuve mucha suerte. La vida me puso personas interesantes en mi camino. Nunca tuve problemas serios de ninguna clase. Bueno, riesgos muchísimos y muchísimo miedo pero era una edad que estaba en plan Robinson Crusoe: necesitaba estar solo, necesitaba saber quién era yo de verdad. ¿Quién soy yo?
Eso no se termina nunca. Somos aprendices de por vida. El que cree que ya sabe, deja de aprender. Cada día pido que se cruce en mi vida gente que haya caminado más que yo. Eso es lo que me mantiene vivo a mis 74 años.
Todavía estoy ahí dando guerra, viajando muchísimo, haciendo lo que podemos. Tengo la suerte de que me acompaña mi esposa Esperanza, mi hijo Francisco y su esposa, Conchi. Somos un equipo de cuatro personas.

«Cada vez llega más gente con angustia, pero la ayahuasca no es una varita mágica»
Han pasado 35 años desde que tuviste tu gran crisis vital, y ahora parece que la crisis de salud mental y emocional, es todavía más grave de lo que era entonces, ¿qué crees qué está sucediendo?
Cada vez llega más gente con angustia, depresión y vacío. Pero la ayahuasca no es una varita mágica.
Muchos no entienden que no solo cargamos nuestra historia personal, sino herencias familiares de abuelos y bisabuelos. Eso no se arregla con una “volada psicodélica”.
Esto requiere plantas que te metan en el cuerpo, en el vientre, en el plexo. Primero limpiar, luego abrir poco a poco. Si desbordas a una persona, el remedio es peor que la enfermedad.
«Las plantas siguen la energía de quien las convida. Así será la experiencia.»
¿Has tenido que rechazar alguna vez a un paciente que quería tomar planta?
Muchas veces. Yo rechazo a mucha gente. Nadie viene a un trabajo mío sin haber hablado antes conmigo. Cuido mucho el espacio.
Vienen muchos psicólogos, terapeutas y psiquiatras a hacer su trabajo personal. También me derivan pacientes.
No me interesan las fantasías, los poderes ni las historias esotéricas. Si alguien busca conectar con ángeles porque se lo dijo su tarotista, le digo claramente que ese no es mi escenario.
Facilitar plantas maestras no es para cualquiera. Las plantas siguen la energía de quien las convida. Así será la experiencia.
«No creo que cualquiera pueda facilitar ayahuasca como si fuera un medicamento»
¿Qué opinas del llamado “Renacimiento Psicodélico”?
Todo evoluciona, y es lógico que la psicología busque nuevas herramientas. Pero no creo que cualquiera pueda facilitar ayahuasca como si fuera un medicamento.
En los químicos no creo demasiado. Mucha información arriba, muy poco arraigo abajo. Mucha experiencia espectacular, poca transformación real. Si esto se usa bien y con respeto, adelante. Si es solo un negocio, no me gusta nada.
La salud se ha convertido en un gran negocio. Y hay mucha gente perdida, sola, necesitada de afecto. Eso atrae a manipuladores.
Por eso es tan importante aprender a discernir.
«La salud se ha convertido en un gran negocio»
Si es un bien para la humanidad, adelante. Si es solamente un ‘business’, ya no me gusta tanto. Porque me ha llegado mucha gente rebotada de malas experiencias.
La salud se ha convertido en un gran negocio. Y no falta gente manipuladora, muy inteligente y preparada para, en fin, para captar clientes, porque la gente anda muy perdida, muy falta de afecto, falta de amor, de compasión.
Pero la gente también tiene que aprender a discernir lo que es auténtico, lo que les ayuda de verdad.Para saber más sobre Josep Vila y el equipo de ‘Deja que suceda’ visita El maestro eres tú.
¿Te ha gustado el artículo? Hazte socio de Plantaforma y ayúdanos a seguir informando con rigor sobre la cultura de la ayahuasca.