«El ayahuasca, sin espíritu y sin madre, es ayahuascaína»

«El ayahuasca, sin espíritu y sin madre, es ayahuascaína»

Las antropólogas Silvia Mesturini y Emilia Sanabria han escrito un libro junto con el onanya (sabedor) shipibo José López Sánchez, «Trabajar con las plantas que tienen madres. Diálogos con un onanya shipibo», que puedes descargar gratuitamente en la página de Shipibo Rao.

El libro es una destilación de cientos de horas de conversación de los tres durante varias dietas de plantas maestras en el centro de José en el Amazonas peruano. En este extracto del primer capítulo, ‘Ayahuascaína’, el curandero alerta sobre los peligros que acechan a la ayahuasca en el proceso de medicalización, durante el que -afirma el onanya- pierde su espíritu y su madre.

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Resultados del protocolo terapéutico de Hermanosis basado en la dieta tradicional amazónica y psicoterapia humanista

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Han pasado casi 30 años desde que Claudio Kutzwor inició su camino de sanación con las plantas maestras, inicialmente San Pedro o ‘wachuma’, y después ayahuasca y una larga lista de plantas amazónicas e ibéricas que hoy componen la botica de Hermanosis. «Desde muy pequeño sufría de asma. Allá por la adolescencia conocí en Buenos Aires a un terapeuta que acabaría siendo mi mentor y mi maestro, y gracias a quien tuve acceso a las plantas maestras», me cuenta Claudio vía Zoom desde su casa de Madrid.

«Por aquella época, mi hermano Esteban vivía en Europa y, sincrónicamente, entró en contacto con Juan Flores, un renombrado curandero amazónico de la etnia ashaninka. Esteban también tenía problemas de salud. En su caso, tenía una enfermedad diagnosticada en el pericardio, el tejido que envuelve al corazón, y se negó a someterse a una operación, como le recomendaban los médicos en Argentina. Esteban se curó gracias a Juan Flores, a la ayahuasca y a la dieta amazónica, y me recomendó que hiciera lo propio. Yo sufro asma desde los ocho meses. El primer proceso de dieta fueron aquellos dos meses en el Perú, tomando una sola planta, un árbol llamado “ishpingo” y ayahuasca. En aquel entonces, los años 90, no sospechábamos que aquel camino de sanación iba a ser nuestro trabajo, nuestra misión», explica Claudio.

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