La Asociación Eleusis acaba de presentar su ‘Curso de introducción a los efectos de la Ayahuasca’, un curso básico que forma parte de un programa de formación más amplio en el que se sintetiza lo aprendido por su presidente, Santiago López-Pavillard durante casi 30 años de trabajo con plantas maestras, principalmente ayahuasca. Nos ponemos al habla con Pavillard, doctor en Antropología y miembro fundador de la Plantaforma para la Defensa de la Ayahuasca, para hablar del curso, de la cosmovisión amazónica, de la construcción de la realidad en Occidente y, por supuesto, de la ayahuasca.
¿Qué es la Asociación Eleusis y cuál es tu relación con ella?
La Asociación Eleusis se crea en 2008 por una serie de personas que trabajan con las plantas: psicólogos, antropólogos, filósofos, vegetalistas… La idea era crear un foro en el que hablar de todo esto. Se creó entonces la Asociación Eleusis para la Investigación de los Estados de Conciencia, una sociedad que organizó charlas durante varios años, invitando a gente que estudiaba las plantas desde diversos ángulos, la psicología, la etnobotánica, la antropología, la neurología… Pasaron personas muy relevantes hasta que la actividad fue decayendo, y esto coincidió con la finalización de mis estudios de antropología y la defensa de mi tesis doctoral. Mi intención era crear una asociación propia para difundir mis estudios pero al ver que Eleusis no tenía actividad, y para que no se perdiera el legado creado hasta la fecha, pedí permiso al resto de los miembros y convertí la asociación en un proyecto personal mío. Actualmente, la Asociación Eleusis es una especie de alter ego mío y a través de ella presento mis trabajos de investigación.
¿En qué consiste y a quién va dirigida la formación que acabas de iniciar desde Eleusis?
El curso de formación básico forma parte de una formación más amplia que incluye aspectos teóricos y prácticos en donde trato de recoger todo el conocimiento que he adquirido en los 20 o 30 años que llevo trabajando con las plantas, más o menos desde que entré en contacto con la ayahuasca en 1993.
Has dicho “formación práctica y teórica”. ¿Van a tomar plantas psicoactivas los alumnos del curso?
Todo el mundo que trabaja con plantas tiene claro que el conocimiento verdaderamente valioso es el conocimiento experiencial y directo. La cuestión sería, más bien, por qué se da un curso teórico.
¿Por qué se da?
Porque considero que es importante tener un conocimiento teórico profundo de los efectos de estas plantas y de la cultura que rodea su uso. Esto ayuda a que las personas puedan integrar mejor sus efectos. En este sentido, mi formación es doble: por un lado, desarrollo de temas sobre cómo es este otro mundo al que nos da acceso las plantas, y luego, ofrezco la posibilidad de adentrarse en las prácticas y aplicar la teoría que han ido aprendiendo. Yo no soy un terapeuta, soy un docente. Mi aproximación a las plantas es como investigador y como antropólogo, por tanto es un programa de formación, no de terapia. Obviamente, y como se dice en la medicina tibetana, una de las principales fuentes de enfermedad es la ignorancia, de modo que cuando uno contribuye a reducir la ignorancia, también sana, si bien no es este el objetivo último del curso. Es un camino más indirecto a la sanación.
¿Por qué crees que es importante tener una base teórica para conocer mejor la ayahuasca, un brebaje que suele provocar experiencias “inefables”?
El uso de estas plantas procede de un contexto cultural concreto y éste es casi más importante que las propias plantas, ¿desde dónde ofreces tú una planta a una persona? Esto suele hacerse desde una concepción animista de la realidad. En Occidente llevamos ya unos años conociendo el uso de la ayahuasca y, más recientemente, el uso sagrado del tabaco, pero no conocemos nada de la cultura de la ayahuasca ni del tabaco.
El uso de estas plantas es muy distinto al que se puede dar desde, por ejemplo, la psicoterapia. El uso chamánico de las plantas se hace desde un paradigma radicalmente distinto al paradigma de Occidente. Cuando tomamos plantas desde un contexto amazónico estamos accediendo a una forma de ver el mundo que muchos ni siquiera saben que existe. Esto es una base fundamental para la integración de la experiencia.
Por otra parte, no creo que las experiencias con plantas sean exactamente inefables. Las personas suelen ser capaces de poner en palabras lo más relevante de la experiencia pero puede suceder, bien que la propia persona no sepa describir lo que le ha pasado, porque no lo entiende, o bien que a veces las plantas tocan aspectos tan íntimos de la persona, que yo sospecho que hay personas que definen la experiencia como inefable precisamente para no dar explicaciones de aspectos muy sensibles de su vida.
¿Por qué es importante el contexto ceremonial para que “funcione” la ayahuasca?
Hay dos formas básicas de concebir la realidad. En Occidente vemos las plantas como principios activos, mientras en grupos nativos, ven energías o espíritus. Se trata de dos enfoques radicalmente distintos. En el primero, tomamos plantas como si fueran fármacos: la ayahuasca es eficaz porque tiene una serie de principios activos que hacen que esa persona supere, por ejemplo, su depresión. En un contexto amazónico no es suficiente con tomar plantas sino estar abiertos a hacer transformaciones en su propia vida. En resumen, desde un punto occidental el paciente es un sujeto pasivo que recibe el medicamento, mientras que desde una concepción animista, el sujeto es activo en el proceso de sanación.
Cuenta Jeremy Narby en su clásico libro ‘La serpiente cósmica’ cómo los antropólogos del siglo XX desdeñaban la capacidad de los chamanes amazónicos para “aprender” directamente de las plantas, lo tachaban de mitos. En realidad, la mayoría de estos estudiosos ni siquiera llegaron a probar la ayahausca… ¿Crees que es posible “aprender” a través de la ingesta de plantas psicoactivas, concretamente la ayahuasca?
Se llaman plantas maestras porque te permiten conectarte con una parte de uno mismo que uno no sabe que existe, eso que algunos llaman el “maestro interior”. Lo que creo que nos enseñan las plantas es que todo lo que necesitamos está dentro de uno mismo, y lo que hace la planta es orientarte para hallar esa sabiduría que está dentro de ti. Etimológicamente, el chamán es “la persona que sabe”. Hay otra definición de chamán que es “la persona que cura pero que antes se ha curado a sí mismo”. Las plantas maestras te conectan con tu espíritu o con tu voz interna, esa voz que te conecta con cómo llevar una buena vida y una vida sana.
Explica el concepto “La vida como proceso de sanación”, como también se llama tu tesis sobre el chamanismo altoamazónico. ¿Qué es lo que debemos sanar a lo largo de la vida y cómo nos pueden ayudar las plantas en ello?
Una conclusión a la que llegué con la tesis doctoral, y por eso la titulé así, es que hemos nacido para sanarnos, y esta sanación dura desde que nacemos hasta que morimos. ¿En qué consiste ese proceso de sanación? Consiste en descubrir cuál es nuestra verdadera esencia como seres humanos. Los griegos tenían esta famosa frase de ‘Conócete a ti mismo’. En el momento en que somos conscientes de quiénes somos, vamos sanando muchas cosas. La pregunta del millón sería ¿qué somos realmente? La cosmovisión animista considera que el ser humano tiene una naturaleza de carácter energético/espiritual y en la medida en que el ser humano es consciente de esta naturaleza es cómo va resolviendo sus problemas de entendimiento. Por eso pienso que la espiritualidad y la sanación son dos caras de la misma moneda. En la medida que seamos conscientes de que somos seres espirituales en una existencia física, aprendemos a llevar una vida buena, larga y morir sanos. Si hemos tenido una vida de sanación cabe esperar que tengamos una muerte caracterizada por la paz, la comprensión y la gratitud.
¿Cuál es la diferencia entre religión y espiritualidad? ¿Se puede ser agnóstico y espiritual al mismo tiempo?
En el curso trato de explicar cómo se construye la realidad en Occidente, porque parto de la premisa de que la realidad y la consciencia son cosas construidas, no son cosas objetivas que existen fuera de nosotros. Para mí hay dos pilares básicos de cómo se construye la realidad en Occidente y son los que denomino el Modelo Religioso Hegemónico (MRH) y lo que el antropólogo argentino Eduardo Menéndez denomina el Modelo Médico Hegemónico (MMH), que se sustenta en la noción de ciencia. El primer modelo se encarga de construir el “más allá” y el segundo modelo el “más acá”.
Para explicar cómo se construye la realidad en el primer caso, hay que establecer una distinción entre religión y espiritualidad, que son dos cosas totalmente distintas. Mientras la religión se basa en la noción de creencia, la espiritualidad se basaría en la noción de conocimiento, nace de la propia experiencia del sujeto.
Pero además cabe distinguir entre la espiritualidad de las culturas nativas y la espiritualidad tipo New Age que hay en Occidente. Mientras la espiritualidad occidental suele ser naif y un tanto ingenua, en tanto se considera que todo lo que es espiritual es bueno y saludable, la noción de espiritualidad desde un punto de vista animista exige distinguir lo que es el Bien del Mal.
¿Ahí entraría la brujería y otras prácticas potencialmente dañinas?
Sí. Igual que Occidente al sacerdote se le considera una persona intrínsicamente buena por el mero hecho de haber sido ordenado como sacerdote, también se considera que los chamanes son seres intrínsicamente buenos por el hecho de trabajar en el mundo espiritual. No hay nada más alejado de la realidad. En el ámbito de la realidad animista, hay que distinguir la figura del curandero de la figura del brujo malero. En Occidente creemos que la única distinción que debemos hacer al ir a la selva es distinguir al chamán del falso chamán, una distinción que no va a ningún sitio. Lo mejor que le puede pasar a una persona que va a la selva y no conoce a ningún curandero, es toparse con un falso chamán, porque no le hará bien pero tampoco mal. Si es un falso chamán, será un ignorante e imitará los procedimientos de los auténticos chamanes, pero sin poder, sin conocimiento. Por tanto, será algo, en el mejor de los casos, inocuo. Mucho peor es caer en manos de un brujo malero, y ahí es donde los occidentales se llevan sorpresas muy desagradables.
Los taitas colombianos tienen un código ético muy claro: la dificultad para un chamán (taita) no es trabajar con lo invisible, sino en trabajar siempre por y para el Bien. Ese es el gran reto de los curanderos: mantenerse siempre en el lado del Bien y no caer en la brujería malera.
¿No es esto en sí mismo categorías ontológicas un tanto esquemáticas y maniqueas?
Estas ideas maniqueas me hacen ver que los maniqueos sabían de lo que hablaban. ¿De dónde procede la idea de que esa distinción entre el Bien y el Mal es maniquea? En el discurso religioso se habla del cielo y del infierno, más aún en los movimientos evangélicos, pero creo que hablan del Mal desde un punto de vista retórico o simbólico. Esa atenuación de la distinción entre el Bien y el Mal viene de la religión y también de corrientes filosóficas como el budismo, para quien estas categorías no son si no proyecciones mentales del sujeto. Desde las tradiciones chamánicas, sin embargo, existe un Mal ahí afuera que es usado en beneficio propio si se es brujo malero, o al que se combate si uno es un curandero
El último módulo del temario se centra en lo que denominas el Modelo Médico Hegemónico (MMH). ¿En qué consiste y qué espacio tiene en él la medicina amazónica, si es que lo tiene?
El Modelo Médico Hegemónico se basa en la biomedicina, que es la medicina hegemónica en Occidente. Entiende el cuerpo humano como un mecanismo y la enfermedad es un mal funcionamiento de ese mecanismo. Este modelo biomédico se basa en una concepción materialista de la salud y la enfermedad. Por ejemplo, no considera la relación entre los aspectos somáticos de la enfermedad y los aspectos emocionales. Frente a esta concepción se encuentran una serie de prácticas médicas que tienen un carácter holístico, que se basa en entender que existe una interdependencia entre los tres planos del ser humano: el cuerpo físico, sus emociones y su mente. Desde este punto de vista, se considera que todas las enfermedades tienen un origen espiritual o energético, y si no se corrige el daño en el mundo espiritual, ese daño se va densificando, primero se manifiesta en el mundo de las ideas, luego en las emociones y finalmente acaban generando patologías en el cuerpo físico. Cuando algo se ha somatizado en el cuerpo físico, la mejor estrategia sería acudir a la biomedicina. Entre tanto, una persona aparentemente sana, debería acudir a prácticas de carácter holístico.
Ya estás tardando en apuntarte al ‘Curso de introducción a los efectos de la Ayahuasca’de la Asociación Eleusis.