«Con la ayahuasca conseguí lo que jamás logré con antidepresivos ni con psicoterapia»

María B. explica cómo la ayahuasca le permitió «hacer un profundo trabajo de tratamiento del shock postraumático»

María B. sobrevivió con su familia al tsunami del 2004 en Tailandia, un caso que tuvo una enorme -incluso excesiva- repercusión mediática. Las heridas físicas tardaron varios meses en cauterizar, pero las psíquicas se prolongaron durante muchos años, con prolongados episodios de depresión recurrente a raíz del shock postraumático de aquel trágico acontecimiento.María, médico de formación, se puso en manos de la medicina convencional pero, lejos de mejorar, «fui entrando en una cueva cada vez más oscura». Ni la psicoterapia, ni los antidepresivos lograron sacarle de su depresión cuando, fortuitamente, la ayahuasca se cruzó en su camino. Ahora María, quien afirma no estar «curada», aunque sí «reconciliada» con aquella experiencia, comparte sus historia.

¿Cómo fue tu experiencia con la psiquiatría para superar el shock post traumático que sufrías?

Tuve cuatro intentos con antidepresivos, de año y medio cada uno de media, a nivel de curación cero, efectos secundarios a cada cual peor, y la sensación de ir metiéndome cada vez en una cueva más oscura. Yo me encontraba mal y me daban algo que no sólo no me hacía sentir mejor sino que todavía me añade sensaciones más desagradables. Iba todo el día zombi, sin enterarme de nada, incapaz de pensar, una sensación de ir drogada todo el rato… Con esto no quiero menospreciar la efectividad de la farmacología. Hay mucha gente a quien le ayuda, pero no era así en mi caso.

¿Y la terapia, sirvió de ayuda?

En el caso de la psicoterapia, la sensación que tenía era que la inversión de tiempo y dinero era tan brutal y la mejora tan mínima que no me valía la pena. A esa conclusión llegué después de muchos años, porque nadie te dice “déjalo, que no te vas a curar”, y muchísimo menos el propio terapeuta: “Hace falta más tiempo…”. Ahí es donde decidí dejarlo todo, pero la depresión recurrente era cada vez más dura, cada vez más difícil, probé con medicaciones naturales, con hipérico, no me fue mal del todo, pero no terminaba de estar en un estado positivo como para solucionarlo. Caí en un pozo oscuro en el que pensé que ya no podía más, estaba tocando fondo.

Se diría que la psiquiatría y su herramienta para casos como el tuyo, los antidepresivos, operan como una tautología, en la que, si no funciona, es porque no lo has hecho lo suficiente.

La sensación que tenía con la farmacología es como que te metes en una tómbola en la que empiezan a probar con números: «Esto no ha funcionado… Espera, que probamos con esto otro», como si yo fuera un conejillo de Indias. Mi sensación es como si no hubiera eviodencias suficientes, como si los pacientes todavía fuéramos parte de los estudios. 

Lo que no deja de ser paradójico, habida cuenta de que hablamos de medicinas que en ocasiones tienen 40 o 50 años…

Así es. De hecho, te puedo comentar algo curioso: cuando yo me puse a trabajar con psiquiatras reconocidos que me atendían, éstos me prescribían los últimos fármacos disponibles, y yo, que tengo formación médica, contrastaba con ellos y les preguntaba «¿Por qué me estás dando el último medicamento, si no tiene un contraste suficiente?». Con estos medicamentos de última generación tuve unos efectos secundarios terroríficos y, al final, el fármaco con el que mejor funcioné fue con la Floxetina, que es un fármaco de los más antiguos, tiene más de treinta años, pero, claro, el tratamiento de un mes cuesta 3’5 euros, porque ya ha prescrito su patente, o sea que para las farmacéuticas igual no es suficientemente rentable. Los psiquiatras tienen una tendencia muy acentuada a darte el último medicamento, que te cuesta 70 u 80 euros la caja de 28 y para los que, evidentemente, no ha habido tiempo suficiente para saber qué efectos secundarios tienen.

¿De qué efectos indeseables estamos hablando?

En ocasiones yo llegaba al médico con pensamientos suicidas. Entonces, leía el prospecto y decía «el medicamento tiene como efecto secundario incrementar la ideación suicida». ¿Estamos locos o qué nos pasa? Eso es una brutalidad.

Esto parte de una concepción en la que la patología se origina por un desajuste químico y, por tanto, se puede remediar a golpe de química.

Exactamente. Es como si tuvieras bajo el nivel de un químico determinado -digamos, la serotonina- y al subirlo te vas a curar. Sin embargo, la misma palabra “shock” lo dice: has tenido un shock que ha afectado a tu psique, a tu cuerpo y a tu alma, y la curación debería ser mínimamente holística. No puedes pretender subir la serotonina y nada más. Yo sentía que tenía dentro un dolor cristalizado, sentía que el dolor se me pudría dentro de mí.

¿Cómo oíste hablar de la ayahuasca por primera vez?

De una manera completamente fortuita. Me llamó una persona con la que no hablaba hace muchísimo tiempo. Fue algo extraordinario, porque yo estaba en una depresión profunda, totalmente aislada, y no cogía el teléfono a nadie. Sin embargo, en aquella ocasión respondí, y al otro lado del hilo escuché una voz que no reconocía hablándome de cosas rarísimas: «Me he curado con ayahuasca». Yo no había oído esta palabra en mi vida, pero a partir de ahí empecé a investigar como una loca, y con una sensación de esperanza extraña en mí, porque estaba desesperada y me había vuelto muy escéptica a cualquier terapia.

¿Qué encontraste en tu búsqueda?

Un mundo extraño, con poca información clara en internet y mucho misticismo: que si droga, que si psicodelia… El proceso fue largo hasta que fui filtrando y, tras mucho esfuerzo, hasta que finalmente llegué a la persona adecuada.

¿Qué te hace confiar en esa persona?

De una manera muy clara me cuenta su historia personal, que me emociona mucho su claridad, humildad y honestidad. Yo empatizo con sus muchos intentos de buscar algo que lo sane. Él reconoció claramente que nunca ha trabajado con estrés postraumático, pero me dijo “tengo más de veinte años de experiencia con la ayahuasca y el apoyo de un psiquiatra muy profesional detrás, así que si tú te atreves, yo te apoyo”. Sabíamos que los dos nos metíamos a probar algo nuevo. Ahí empecé mi relación con la ayahuasca.

¿Cómo fue el proceso?

Primero me ofreció una microdosis, que estuve tomando 20 o 30 días, y después de aquello fui al centro para participar en mi primer fin de semana de ayahuasca. Esto fue en diciembre de 2016, hace cuatro años.

¿Retirastéis la medicación antes?

Yo había reiniciado la Floxetina por desesperación hacía apenas diez días cuando contacté con el facilitador por primera vez. La fui retirando y fui tomando la microdosis de ayahuasca. Cuando hice la primera toma de ayahuasca hacía ya un mes que no tomaba la medicación, así que no había posibilidad de interacción. Como médico estaba muy preocupada de que el protocolo fuera adecuado, y también Pep fue claro con la importancia de hacer lo correcto.

¿Qué sucedió en aquella primera sesión?

Buf… Es muy difícil para mí explicarlo. Allí inicio un dificilísimo proceso de recuperar la memoria de lo que me ocurrió, un proceso que dura muchas sesiones. En un intento de protegerte de aquel acontecimiento doloroso, el cuerpo y la mente ha hecho que no tengas memoria de aquello. El recuerdo no existe pero el dolor, la angustia y la profunda tristeza quedan dentro.

Yo paso muchas sesiones de ayahuasca con purgas durísimas, llantos que me salían de la médula espinal, temblores, visiones terribles… pero cuando termina la sesión, a pesar de la tremenda dureza, yo tengo la seguridad de que ese es el modo en que me voy a curar. Es el único modo en que voy a transformar el dolor en fortaleza y para eso tengo que recuperar la memoria de lo que sucedió. Evidentemente, esto es posible gracias al espectacular acompañamiento del equipo, que me dio toneladas de amor, paciencia y cuidado. El grupo también añadió mucho, porque tenía una fuerte contención. Cada sesión pensaba que ya había pasado lo peor, y a la siguiente era aún peor. Las tres primeras sesiones fueron muy duras, y a la cuarta me dije que tenía que seguir confiando, porque todo lo que me ocurría formaba parte de mi proceso de sanación.

Y el proceso prosiguió en la selva…

Después de varias sesiones en España me fui a Perú, a un centro que trabaja con una mezcla de terapeutas occidentales y shipibos. Y allí me di cuenta de que lo que había vivido en Barcelona era sólo el aperitivo de lo que estaba por venir. La potencia de los ‘ikaros’ de los shipibo es algo increíble. Ellos me decían que se notaba que había estado trabajando, pero que quedaba mucho por trabajar. Era tan fuerte lo que había dentro que sentía que sólo podía resolver la tradición y la formación que tienen ellos.

¿En algún momento llegas a decir “estoy curada”?

A mí no me gusta decir “curación” ni “superación”. Yo prefiero hablar de “reconciliación”: me he reconciliado con la experiencia, puedo vivir con esa experiencia de dolor. Puedo llevarla conmigo desde un espacio mucho más luminoso. Yo sigo cayendo en procesos depresivos, pero no tienen nada que ver con los anteriores. Tengo muchas más herramientas, y la ayahuasca es una de estas herramientas, cada cierto tiempo vuelvo a ella. Para mí es un proceso de vida. La sensación que tengo es que no voy a volver  a caer en un espacio de sufrimiento y oscuridad absoluta.

¿Cómo se revive el hecho traumático a la luz de la ayahuasca? 

Te puedo contar mi caso, porque imagino que para cada persona será diferente. Es como si pudieras revivir la experiencia de una manera igualmente dolorosa pero lenta, recuperando todo lo que quedó en el inconsciente. Así como cuando pasas por la experiencia sólo hay trauma, dolor y descontrol, con la ayahuasca lo revies sabiendo que tú eres capaz de atravesar por ahí. Cuando vuelvo a sesiones de ayahuasca y revivo la experiencia, me centro y me enfoco en mi fuerza y, a través de ahí, soy capaz de estar, de respirar, de vivir. Ya no me centro en mi dolor o en impotencia. Es como revisar una película o un libro que no te ha gustado desde una nuevo punto de vista, desde la madurez y sabiduría que te da la vida.

¿Crees que tu experiencia con la ayahuasca es extrapolable a otras personas?

Yo no predico de la ayahuasca, pero si alguien me pregunta le diría que si nada le ha ayudado y si está dispuesta a sanarse de una forma profunda, no exenta de dificultad, que lo intente. Pasar por la ayahuasca para superar un shock postraumático es un trabajo de gran dificultad pero de profunda sanación. Lo que sí le recomendaría es que buscara un espacio de extrema seguridad, que deje espacios para poder ir integrando la experiencia, que no tengan prisas. 

Yo no puedo decir que la ayahuasca es la herramienta apropiada para superar un shock postraumático. En mi caso lo fue. No todas las personas tienen las mismas herramientas y resistencia. Cada quien tiene que valorarlo sabiendo lo que la ayahuasca te ofrece. Es una planta que te abre al material inconsciente, sin atajos ni trampas. La ayuhuasca no es magia. Es un trabajo serio. Y en el caso del shock postraumático, un reto importante.

¿Crees que existe un ‘nivel espiritual’ que es necesario sanar en el ser?

Absolutamente. Estoy segura que algún día se llegará a estudiar este nivel. Creo que el proceso es el inverso: el dolor espiritual es el que cambia la bioquímica, entonces no podemos poner un remedio bioquímico, porque si el dolor espiritual sigue ahí, va a volver a afectar. Da igual que me incrementes los valores de la serotonina, porque SI dentro de mí hay una herida profunda, ésta altera de nuevo los parámetros. Los maestros de Perú me decían que mi dolor estaba anclado a un nivel orgánico y eso es lo que había que purgar. Si eso no lo sacamos es imposible que tú te sanes.

A veces pienso que la palabra está sobrevalorada, tiene una gran limitación. Yo estaba harta de escucharme en psicoterapia. Ahí había un dolor espiritual que había que sanar con una medicina espiritual, y la palabra no lo es.

De hecho, los buenos chamanes practican la “cirugía espiritual”.

Así es. Los shipibo me dijeron “hemos hecho cirugía contigo”, y esa cirugía yo la viví. Me cuesta mucho explicarla pero cuando el dolor salió, supe que era la única manera. De otro modo, no creo que hubiera salido. Los maestros ayahuasqueros se preparan durante más de veinte años, es muy serie su dedicación pero, de nuevo, hay que asegurarse de que llegas al lugar adecuado.

Yo he estudiado medicina, tenía una visión científica y se me desmoronó completamente. Tengo claro que nos llevará tiempo, pero tenemos que regresar a un mundo mucho más holístico. Yo no me hubiera podido sanar jamás con las herramientas de la medicina convencional. Sin la ayahuasca no estaría como estoy ahora.

¿Qué opinión te merece el estatus legal de la ayahuasca en España?

Me parece peligrosísimo que esto no se legisle de manera correcta, porque la probabilidad de que vayas a parar a manos de desalmados es muy alta. La ayahuasca mueve mucho dinero y hay mucha gente desesperada. Yo lo compararía con los abortos: en cualquier país donde el aborto es clandestino, se producen muchísimas muertes. Esta penumbra legal hace que la gente que lo hace bien sean difícilmente accesibles y que los que quieran hacer el mal puedan hacerse millonarios haciendo un mal terrible.

María B. expuso su caso durante la presentación en Madrid del informe Ayahuasca en España: Una evaluación de las personas participantes en sesiones de ayahuasca utilizando indicadores de salud pública‘, elaborado por ICEERS.

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