Los chamanes temen la extinción de la ayahuasca en la Amazonía peruana  

Los líderes de la etnia shipibo-conibo denuncian un ‘extractivismo espiritual’ a partir de la planta y alertan sobre los impactos de la explotación en la selva y los conocimientos indígenas

En las exuberantes extensiones de la Amazonía peruana, se cierne una crisis espiritual. La planta de ayahuasca, central en los rituales de los chamanes Shipibo-Conibo, enfrenta serias amenazas. Los líderes indígenas han acuñado el término «extractivismo espiritual» para describir esta alarmante tendencia, advirtiendo sobre sus graves impactos en la selva y el rico conocimiento ecológico tradicional que se ha cultivado aquí durante siglos.

Walter López, presidente de Asomashk.

Se convocó una reunión crítica de chamanes Shipibo-Conibo en la región de Ucayali. La reunión, organizada por Asomashk, la Asociación de Médicos Ancestrales Chamánicos, se centró en el futuro del turismo espiritual, la preservación de la sabiduría tradicional y la protección de la selva y los territorios indígenas. El aire estaba impregnado del aroma del mapacho, un tabaco medicinal utilizado en las ceremonias de ayahuasca, mezclado con el aroma del desayuno de la mañana: un sustancioso caldo de pollo servido con chapo, una bebida tradicional de la selva hecha de plátano.

La extracción desenfrenada y el comercio de la liana leñosa utilizada para preparar la ayahuasca fueron los principales puntos de discusión. El chamán Walter Ramiro López, presidente de Asomashk, expresó su preocupación: «Las personas usan la planta, pero no la plantan.» La situación se agrava por el interés de las empresas farmacéuticas extranjeras en convertir la ayahuasca en medicina. Para López, estas iniciativas, combinadas con el turismo chamánico y el consumo global creciente, ponen un peso enorme sobre la flora amazónica: «Hay un ‘extractivismo espiritual’ a través de la ayahuasca. Si no la cuidamos, simplemente permitiremos que otros la exploten y se aprovechen de ella.»

Existe un vínculo importante entre la diversidad biocultural y la conservación. Las plantas utilizadas para elaborar la ayahuasca (la liana Banisteriopsis caapi y las hojas de la Psychotria viridis) son sólo un par de los centenares que los pueblos indígenas respetan, utilizan y cuidan. Se estima que existen más de 400 especies de plantas en la región del Ucayali, muchas de ellas usadas por las comunidades indígenas como alimento y medicinas tradicionales.

Por otra parte, estudios recientes sugieren que lianas como las utilizadas en la ayahuasca, son fundamentales para la regeneración forestal, biodiversidad y los procesos ecológicos de la selva amazónica, especialmente en los trópicos. Al contrario que otras regiones -como en Brasil, donde las sesiones de ayahuasca duran unas pocas horas-, Perú es conocido por sus ceremonias más prolongadas y profundas. Centenares de centros en la selva amazónica peruana ofrecen retiros con la bebida sacramental en períodos que varían entre 15 y 30 días.

Pero la gestión de este turismo no siempre es sostenible. La comunidad Shipibo de San Francisco, un poblado nativo con muchos centros ayahuasqueros en las inmediaciones de Pucallpa, no existen prácticas de repoblación forestal colectiva. «Cada maestro planta lo que usa», asegura López. Los curanderos consultados para el reportaje coinciden en señalar que falta un trabajo comunitario para la conservación de estas plantas.

ASOMASHK fue fundada en agosto de 2018, tres meses después del trágico aesinato de la líder shipibo Olivia Arévalo a manos de un turista canadiense, linchado a su vez por vecinos y familiares de la fallecida. Presionada por el gobierno canadiense para que resolviera el caso, la comunidad se convirtió en objetivo de operaciones policiales. Los líderes empezaron a ser perseguidos, lo que hizo sospechar que el caso se utilizaba para desincentivar la lucha indígena por sus derechos y por la preservación de sus territorios.

Buscando soluciones a los problemas de sus territorios y a los efectos del creciente interés internacional por la ayahuasca y el turismo psicodélico en la Amazonia, los chamanes decidieron unirse. La asociación cuenta actualmente con 152 miembros, todos ellos maestros y maestras de la región del Ucayali.

«Aquí damos prioridad a los curanderos shipibos, pero nuestra gente está dispersa». Según López, muchos emigran a lugares más accesibles para los turistas o para trabajar en centros dirigidos por extranjeros, abandonando sus comunidades.

El proceso de iniciación de un chamán implica largos periodos de aprendizaje, que pueden durar años. Supone una inmersión solitaria en la selva, acompañado únicamente por un chamán de más edad que administra la ingestión ritualizada de las llamadas «plantas maestras» con severas restricciones alimentarias y sexuales y reglas muy estrictas. El objetivo es establecer una conexión entre el chamán y los espíritus de las plantas, así como eliminar las sustancias que bloquean la sensibilidad, permitiéndole encontrar por fin su «maestro interior».

Para hacer frente a este problema, la asociación ha iniciado un proceso de registro para identificar cuántos centros de ayahuasca existen y cuáles pertenecen realmente a los shipibos. La idea es regular el uso de la medicina tradicional shipibo y la forma en que los centros extranjeros utilizan el trabajo de los chamanes. «Hay mucha explotación», subraya. «El sueldo que pagan a un maestro es muy bajo comparado con el trabajo que realizan».

Según el informe, hay centros de ayahuasca propiedad de extranjeros que cobran hasta 15.000 dólares por retiros de 15 días. Los curanderos locales, en cambio, reciben alrededor de 25 dólares por paciente.

La ausencia de liderazgo espiritual también hace que las tierras indígenas y la selva sean más vulnerables a las invasiones, la delincuencia y la deforestación. Según datos del MAAP (Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina) Ucayali es una de las regiones con mayor índice de deforestación de la Amazonía peruana, ocupando el segundo lugar en 2020. Sólo en una de las comunidades indígenas de la región, Flor de Ucayali, se han deforestado más de 20.000 hectáreas en la última década, destruyendo el 15% de la selva.

En 2021, la situación empeoró con la finalización de los últimos tramos de una autopista – las nuevas carreteras son una de las principales causas de deforestación en la Amazonia, ya que facilitan el acceso a zonas antes remotas y vírgenes.

Otra amenaza creciente procede del grupo cristiano protestante menonita, formado por colonos europeos dedicados a la agricultura. Datos de la Asociación para la Conservación de la Amazonia revelan que cinco colonias de la región de Ucayali deforestaron 2.426 hectáreas entre enero de 2022 y agosto de 2023.

AIDESEP (Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana) denuncia también las amenazas de organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, la tala de árboles y la pesca ilegal. Además, las actividades de las empresas de aceite de palma, minería y petróleo están invadiendo tierras indígenas y deforestando extensas zonas.

Según Julio Cusurichi, responsable de Aidesep, el gobierno no toma ninguna medida, a pesar de las numerosas peticiones de ayuda. «Las empresas madereras que operan en la región de Ucayali incluso han denunciado a los dirigentes», afirma.

Ante la ausencia del Estado, el pueblo shipibo decidió crear una guardia indígena para proteger sus tierras y recursos. «Cuando hay un problema, acudimos a la policía de Pucallpa, pero no recibimos ayuda afirman que carecen de presupuesto y logística para viajar», afirma el activista y comunicador indígena Carlos Rojas. «Así que nos dimos cuenta de la necesidad de crear nuestra propia protección».

Rojas explica que la guardia indígena está visitando e instalando bases en cada comunidad, capacitando y empoderando a los indígenas con algunos recursos recibidos, como del Centro Shipibo Conibo de Estados Unidos. El objetivo es que las 175 comunidades indígenas cuenten con sus propias patrullas, que cubrirán más de 8 millones de hectáreas.

Según Rojas, las guardias indígenas ya están presentes en más de 20 comunidades. Este año se han realizado dos grandes asambleas con la participación de pueblos del alto, medio y bajo Ucayali, interesados en crear sus propias bases de vigilancia. «Sólo así podremos protegernos de las amenazas».

Artículo original de Carlos Minuano (Psicodélicamente) en Carta Capital.

’Estamos recolectando ayahuasca a un ritmo alarmante’, Carlos Suárez, ICEERS, 12 de noviembre de 2020.
’Menonitas ya deforestaron 7.000 hectáreas de bosque amazónico’, Actualidad Ambiental, 1 de septiembre de 2023.

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