Netflix acaba de estrenar la esperada serie documental ‘En la nave del encanto’, dirigida y protagonizada por Pedro Alonso, actor español de renombre mundial gracias a su papel de ‘Berlín’ en la popular serie ‘La casa de papel’, también emitida en Netflix.
Alonso y un pequeño equipo de amigos y aliados recorren tres áreas de México conocidas por sus tradiciones de sanación con plantas y hongos psicoactivos. Cada uno de los episodios de la miniserie giran en torno a los sucesivos viajes interiores dentro del viaje del equipo por México, el país con más plantas psicoactivas del mundo y cuna de diversas culturas que han mantenido vivas estas tradiciones, o bien las han recuperado o incluso las han importado de otras regiones del continente, como es el caso de la ayahuasca.
El resultado es una interesante, si bien irregular, incursión en cada una de estas prácticas, a saber, los ‘niños santos’ en Oxaca, el temazcal, el peyote en Wirikuta, de entre las tradiciones autóctonas de México y otras prácticas de importación, como la ayahuasca o de reciente cuño, como los baños en agua helada e incluso la poco conocida tradición de sanación con velas. Alonso y los suyos no llegaron a celebrar la prevista ceremonia de Bufo en el desierto de Sonora, por desavenencias -o tal vez desmedidas demandas económicas- de los representantes del pueblo ‘seri’, autodesignado custodio de esta práctica de reciente cuño.
División de opiniones
Como no podía ser de otra manera, la relevancia pública del director/protagonista y la indudable influencia de la plataforma que produce la serie ha generado todo tipo de reacciones entre el público. Hay quien considera que la serie de Netflix es superficial y el enfoque de Alonso neocolonialista, pero lo cierto es que es casi inevitable que la mirada de un blanco europeo pueda desprenderse de algunos clichés, más aún cuando la pretensión de la pieza no es tanto hacer una indagación antropológica sino retratar el viaje interior, el viaje del héroe, si se prefiere.
Tampoco falta quien considera que el protagonismo de Alonso es desmedido, y deja poco espacio para indagar en la biografía y las motivaciones de chamanes, curanderos y eremitas que van sumándose al grupo durante la aventura.
A favor de Alonso hay que decir que su guion y su narrativa son impecablemente honestos. El protagonista no se hace pasar en ningún momento por quien no es, ni chamán, ni historiador, ni especialista, simplemente un ser humano con su mochila de dudas, errores, aciertos y culpas. En este sentido, ‘En la nave del encanto’ da exactamente lo que promete: una aproximación al lado más íntimo y vulnerable de Pedro Alonso (y del resto del equipo, incluido el equipo técnico) y una mirada limpia y sin prejuicios a las tradiciones psicoactivas allí retratadas.
Salir del armario psicodélico
Para quienes se llevan las manos a la cabeza porque el retrato de las tradiciones que hace la serie puede caer en la banalidad, vale la pena recordar las veces que la comunidad psicodélica y chamánica ha reclamado a los famosos “salir del armario psicodélico”, es decir, reconocer públicamente que han participado en estos rituales o bien han consumido sustancias psicodélicas, y no por ello son unos descarriados sociales o carne de secta. El ‘outing’ psicodélico, especialmente con la ayahuasca, está a la orden del día, pero aún estamos lejos de vencer el estigma en torno al uso en occidente de estas medicinas sagradas.

Desmontar el relato de las sectas
La miniserie de Netflix también ayuda a desmontar el relato policial -amplificado por los medios- que asocia la ayahuasca con supuestas prácticas sectarias. La ceremonia de ayahuasca que se muestra en el segundo capítulo (guiada por un facilitador español en México, pero eso es otro cantar) refleja inequívocamente quién y por qué participan en este tipo de rituales: personas normales que, por el motivo que fuere, están en una encrucijada o quieren conocerse mejor a sí mismos. Sin duda se trata de “personas vulnerables” -como suelen etiquetar acusatoriamente las notas de prensa de la policía- pero ¿quién no lo es?, ¿cuántos de los agentes de policía no sufren de ansiedad, depresión, estrés post traumático por el ejercicio de su profesión? Es más, ¿cuántos de ellos no acuden a su vez a ceremonias de ayahuasca u otras plantas de poder (a espaldas de sus mandos) para tratar de sanar sus heridas?
Tal y como puede comprobarse en el documental, ninguno de los participantes en la ceremonia han sufrido daño alguno (más allá del inevitable vómito), ni se han vuelto locos, ni han sido captados por secta alguna. Muchos de ellos volverán a participar en ceremonias, sea en México, en España o en la selva amazónica y lo harán lo que son: personas adultas que conscientemente deciden aceptar los riesgos -que haberlos, haylos- que conlleva internarse en el reino de lo inefable.

Puedes ver ‘En la nave del encanto’ en Netflix.
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