Psicóloga clínica, formada en terapia Gestalt, profesora de yoga y terapeuta psicodélica, la trayectoria de Camy Lázaro ha transitado diversos caminos de la conciencia. En esta entrevista, esta mexicana afincada en la sierra de Madrid, nos explica su relación con las plantas maestras y trata de desvelar el misterio de la iboga, la planta de origen africano que contiene uno de los principios psicoactivos más poderosos de la Naturaleza: la ibogaína.
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«La ibogaína suele caracterizarse como un psicodélico, pero en realidad no lo es. Se parece más a un experiencia inducida de sueño lúcido, y no conozco ninguna molécula de una planta maestra que tenga ese efecto. Por tanto, yo diría que constituye una clase en sí misma», en palabras de Barry Rosinoff, fundador de Iboga Quest, un centro en Cuernavaca (México) que utiliza la ibogaína tanto en procesos de desintoxicación de adicciones como de crecimiento personal.
Iboga Quest fue el centro en el que, durante varios años, Camy Lázaro conoció y profundizó en su conocimiento de esta misteriosa planta de origen africano (la iboga, Tabernanthe iboga) y su principio activo, la ibogaína, presente también en otras plantas del continente.
«En el trabajo con iboga intentamos unir lo mejor de ambas dimensiones, que haya elementos chamánicos que necesitamos para que el cuerpo inconsciente también se alíe con el proceso, y las herramientas occidentales más punteras, desde el acompañamiento terapéutico, al conocimiento y también la psicofarmacia. En el caso de la iboga, cuando damos una dosis completa necesitamos un médico o una enfermera cerca. Para superar una adicción, una persona necesita un reset en su sistema de dopaminérgico, o bien cura un síndrome de abstinencia de opiáceos en 36 horas», explica la psicóloga de origen mexicano.
Si bien la planta y su poderoso efecto desintoxicante es bien conocida desde los años 60, su reciente popularidad viene -trágicamente- de la mano de la epidemia de opiáceos que asola desde hace veinte años Estados Unidos y que está causando del orden de 100.000 muertos anuales por sobredosis en aquel país. Mientras, como nos explica Camy, en Estados Unidos se debate su legalización, miles de personas cruzan cada año a Canadá y, sobre todo, a México para participar en algún programa de ibogína en las múltiples clínicas y centros del país sureño, y que pueden llegar a costar 20.000 dólares.
Planta de la iboga, endémica en Gabón y África occidental.
¿Qué cualidad de la ibogaína la cualifica para tratar adicciones? Según Lázaro, «la ibogaína nos lleva a una confrontación muy profunda de nuestro lado más oscuro. Para explicar la experiencia a mí me gusta mucho la imagen del ‘dark sun’, el sol oscuro, es decir, la luminosidad que hay en adentrarte íntimamente en tu lado oscuro. En el caso de personas con drogodependencia, el autosabotaje tiene una dosis de culpa, y los recursos a los que podría acceder están minados una y otra vez por un depredador interno que decapita cualquier querencia de brotar o emerger.
Entonces, que que llegue una entidad amorosa y te tome de la mano para mostrarte verdaderamente qué es la oscuridad y qué es la luz lo describiría como un estado de ecuanimidad total. La ibogaína nos va a resetear y va a impactar directamente en el sistema dopaminérgico. En los casos que he acompañado a lo largo de los años he sido testiga de experiencias en las que la persona tiene regresiones hacia situaciones que le han dejado un impacto, una impronta que ha quedado impresa con una carga emocional. Podemos volver a ese momento desde una conciencia totalmente de observador ecuánime y ver la carga emocional que ha tenido es ese evento».
Experiencia psicoespiritual
La popularidad de la iboga para el tratamiento de las adicciones ha eclipsado la cualidad de la planta para otras aplicaciones, como la depresión mayor el estrés postraumático o el trastorno de alimentación. Además, a dosis baja (la mitad de la dosis completa), la planta provee una «profunda experiencia psicoespiritual», en palabras de Camy Lázaro:
«Se trata de una experiencia muy profunda que dura entre 6 y 8 horas, que va a la raíz del ser. Es un trabajo muy complementario con el de la ayahuasca, que al ser una liana, nos conecta con lo aéreo, con el corazón, mientras que la iboga, que es una raíz, nos da ese sentido de pertenencia a un todo pero hacia adentro, hacia la Tierra. Igual que de alguna forma la ayahuasca diluye la individualidad, la iboga la hace mucho más inevitable, real y existente. En este sentido, cuando uno ha venido trabajando con diferentes maestros, los honguitos, la ayahuasca, la iboga ayuda a integrar sus enseñanzas porque te regresa hacia tu individualidad, esa toma de responsabilidad con lo que hay de piel hacia adentro, te enraíza con la tierra».
Microdosis de iboga
Si reducimos un poco más la dosis, pasamos del ‘booster’ o dosis media, a la microdosis. Según la terapeuta, «la microdosis de iboga es muy interesante cuando se combina con un acompañamiento terapéutico para mantener la perspectiva dentro de un proceso; no es solamente una experiencia, después de la cual vuelves a casa y tienes que hacer todo un trabajo para mantener y sostener lo sucedido en la sesión. La microdosis lo que hace es acompañarte día tras día, y en el poder del poquito a poco a lo largo del tiempo junto con un acompañamiento terapéutico te indique por dónde vas caminando».
La reciente popularidad de la iboga puede explicarse -siempre según Lázaro- como un ‘tropismo’, es decir, un ‘movimiento’ -en sentido metafórico y real- de la planta fuera de su entorno para «ayudarnos y encontrarnos con el todo que nos rodea»:
«La ayahuasca tuvo un movimiento desde la selva hacia fuera de ella y desde la comunidad hacia el resto de la sociedad. Siento que estos movimientos, que yo les llamo tropismos. Son los movimientos que tienen las plantas. Son movimientos muy lentos, pero verdaderos movimientos. Por ejemplo, en la selva están los los árboles caminantes, que tienen sus raíces fuera de la Tierra y caminan. Verdaderamente siento esto con este tipo de, que tienen una presencia, una identidad y una inteligencia que puede ser muy palpable. En el caso de la iboga me di cuenta de que estaba sintiendo que era el tiempo para ayudarnos a evolucionar a todos, de salir afuera y encontrarnos con esta parte, con el todo que nos rodea».
Si quieres saber más sobre la iboga y la terapia psicodélica puedes contactar a Camy Lázaro en kamytina@gmail.com.
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