Andrés Anguita nació en Zaragoza, pero su alma está dividida entre la capital del Ebro y la orilla del río Ucayali, afluente del Amazonas en suelo peruano y territorio de la etnia shipibo-konibo. Andrés conoció la ayahuasca de la mano del Santo Daime, pero fue en la selva del Perú donde recibió la transmisión para convertirse en curandero, una tarea a la que ha dedicado los últimos 15 años e infinidad de dietas. Su linaje proviene de la maestra Ynés, una ‘anciana’ shipibo de 80 años cuyas dos hijas perpetúan la primera saga de curanderas femeninas de este pueblo amazónico. «Soy un ‘onaya’, que en shipibo es quien sabe de las plantas, quien conoce la ayahuasca. El ‘moraya’ es quien está con los espírutus, el chamán en alto grado», explica.
Andrés ha pasado los últimos seis meses trabajando en el prestigioso Temple of the Way of Light, en Iquitos (Perú), donde trabaja como facilitador junto a los maestros shipibo (Ynés, sus hijas Laura, Lila y su hijo José…) y un notable equipo de terapeutas occidentales que ejercen la labor de “puente” cultural entre este saber ancestral y Occiddente. En esta entrevista realizada en Ibiza, Andrés me deja claro que no habla en nombre del Temple sino en el suyo propio.
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