La lucha del Taita Querubín por impedir la patente de la ayahuasca

En el corazón de la Amazonía, donde la biodiversidad se entrelaza con la riqueza cultural, la ayahuasca, una bebida psicoactiva, ha sido durante siglos un pilar en las tradiciones espirituales y medicinales de numerosos pueblos indígenas. Sin embargo, en 1986, este brebaje sacramental se encontró en el centro de una disputa legal que resonó en los rincones más distantes del mundo, desatando un debate sobre la biopiratería, los derechos indígenas y la ética de la propiedad intelectual.

La controversia comenzó cuando Loren Miller, un empresario estadounidense, logró obtener la patente US 5.751.175 para una variedad de Banisteriopsis caapi, componente esencial de la ayahuasca. Este acto no solo fue visto como un atropello a la soberanía de los conocimientos tradicionales, sino también como un claro ejemplo de biopiratería, término que describe la apropiación indebida de recursos biológicos y conocimientos ancestrales de comunidades locales e indígenas por parte de entidades foráneas.

La comunidad global, especialmente los defensores de los derechos indígenas y los activistas contra la biopiratería, se movilizó en contra de esta patente. Entre ellos, el taita Querubín Queta Alvarado -que acaba de fallecer en su hogar del Putumayo a los 110 años de edad- un respetado líder espiritual y chamán de la comunidad indígena Cofán de Colombia, emergió como una figura clave. Taita Querubín, con el respaldo de su comunidad y aliados internacionales, articuló una defensa basada en el principio de que la ayahuasca es parte inalienable del patrimonio cultural y espiritual de los pueblos amazónicos.

Querubín no estuvo solo en la defensa de la bebida sagrada. Muy al contrario, 400 grupos indígenas de ocho países amazónicos se personaron como acusación particular tras el Organismo de Coordinación de las Organizaciones Indígenas de la Amazonía con sede en Ecuador (COICA). “El objetivo es la anulación de la patente de la ayahuasca y dar una lección a los biopiratas internacionales”, afirmó Rodolfo Asar, director del COICA.

La lucha de taita Querubín y sus aliados se centró en demostrar que la ayahuasca, más que ser simplemente una planta o una composición química, representa un legado de conocimiento acumulado a lo largo de generaciones. Este legado incluye no solo la forma de preparar la bebida, sino también los rituales, cantos y prácticas espirituales asociados a su consumo. La patente de Miller, argumentaban, ignoraba este contexto cultural y espiritual profundo, reduciendo la ayahuasca a un objeto aislado susceptible de apropiación.

Revocación de la patente

El caso tomó un giro decisivo cuando, tras una intensa campaña legal y de sensibilización pública, la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos (USPTO) revocó la patente en 1999. Esta victoria fue celebrada no sólo como un triunfo legal, sino también como un reconocimiento de la importancia de proteger los conocimientos y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas frente a la explotación comercial.

“Los pueblos indígenas del Amazonas han aprendido a utilizar las oportunidades mediáticas. Querubín Queta Alvarado y Antonio Jacanamijoy Rosero, líderes espirituales de sus tribus amazónicas, aparecieron en la sede de la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos vistiendo el atuendo tradicional: collares, plumas y dientes de piraña. En sus manos portaban documentos oficiales de protesta preparados por sus abogados”, relata el escritor Steve Beyer en su fascinante libro ‘Singing to the Plants’.

La revocación de la patente de ayahuasca sentó un precedente importante en la lucha contra la biopiratería y destacó la necesidad de un marco legal internacional que respete y proteja el conocimiento tradicional. Este caso también subrayó la importancia del consentimiento previo, libre e informado de las comunidades indígenas antes de que sus recursos biológicos y conocimientos asociados sean utilizados o patentados por terceros.

Además, la disputa en torno a la ayahuasca ha alimentado un debate más amplio sobre los límites de la propiedad intelectual y su aplicabilidad a los saberes ancestrales. Mientras que las leyes de propiedad intelectual buscan incentivar la innovación protegiendo las creaciones de la mente, el caso de la ayahuasca ilustra cómo estas leyes pueden entrar en conflicto con las cosmovisiones indígenas, que a menudo conciben el conocimiento como un bien colectivo y no como una propiedad individual.

En respuesta a casos como el de la ayahuasca, han surgido iniciativas internacionales como el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y su Protocolo de Nagoya. Estos acuerdos buscan establecer un equilibrio entre la protección de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales, y el fomento de la investigación y el desarrollo sostenible.

El caso de la ayahuasca también ha impulsado a las comunidades indígenas y a los defensores de los derechos humanos a abogar por un mayor reconocimiento y protección de los conocimientos tradicionales a nivel nacional e internacional. En muchos países, se están revisando y reformando las leyes de propiedad intelectual para incorporar salvaguardias contra la biopiratería y garantizar que los beneficios derivados del uso de conocimientos tradicionales se compartan de manera justa y equitativa.

En última instancia, la controversia de la patente de ayahuasca resalta la necesidad de un diálogo intercultural y una colaboración genuina entre los pueblos indígenas, los investigadores, los legisladores y la comunidad internacional. Solo a través de este esfuerzo colaborativo podemos esperar alcanzar un equilibrio entre el respeto y la protección de los conocimientos ancestrales y las aspiraciones de la sociedad moderna por el progreso y la innovación.

Con información de Caracol.com.

Enlaces:

‘The Ayahuasca Patent Case’, Singing to the Plants, 3 de enero de 2008.
’Taita Querubín, cien años tomando yagé: “Tengo que amanecer defendiendo la vida”, 5 de julio de 2021.

‘El gringo que quiso patentar la ayahuasca’, ICEERS, 28 de septiembre de 2022

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